Hay muchas interpretaciones posibles sobre los motivos que han llevado al presidente del Eurogrupo y a la Comisión Europea a meternos miedo con los depósitos bancarios, y una de ellas (conspiranoide, si quieren) es que se trata de una estrategia de saqueo de los centros financieros del Norte hacia los del Sur.

Otras interpretaciones son posibles, naturalmente. Una: que los contribuyentes del Norte están hartos de pagar las crisis del Sur y quieren que cada palo aguante su vela. Es decir, que si los sureños metemos el dinero en un banco mal gestionado, nos lo pasemos igual de mal que si ingerimos comida mal conservada. Reflexión que no impide a los alemanes mantener con respiración artificial a su red de cajas regionales de ahorros. Otra interpretación: que en los despachos del triángulo (Berlín, Fráncfort, Bruselas) han echado cuentas y han llegado a la conclusión de que las cuentas públicas no pueden pagar la que se avecina, por lo que es necesario ir transfiriendo partes cada vez mayores del coste de los rescates a los propietarios, los inversionistas y los ahorradores. Lo que, a su vez, significaría que se avecina una muy gorda y no nos lo están diciendo. Una interpretación más: han decidido que los depósitos, a partir de cierta cantidad, no son tales (sucedáneos bancarios del cajón con llave doméstica), sino verdaderas inversiones, equiparables en casi todo a los instrumentos de deuda, por lo que deben correr riesgos parecidos.

Pero la interpretación conspiranoide no es para nada descartable. Se trataría de asustar a los ahorradores del Sur para que pongan su dinero en los bancos del Norte. La quita de la deuda griega ya lanzó unos cuantos miles de millones más en brazos de los bonos alemanes, pero los particulares seguimos trabajando con los bancos domésticos de cada territorio; en la medida en que temamos por la seguridad de nuestros depósitos tal vez comencemos a explorar las vías para refugiarlos en deuda pública o bancaria de los países tenidos por seguros, o sea, los del Norte. Que así continuarán financiando su deuda (que la tienen) y sus desajustes (que los padecen) a tipos de interés negativo.