El edil de Gijón al que la alcaldesa, Carmen Moriyón, pidió que no compusiera más canciones mientras fuera concejal tras conocerse que era el autor de la letra de la obertura que levantó el telón del Festival Arco Atlántico, un bodrio del que el equipo de gobierno alardea como su gran contribución a la cultura de esta ciudad, ha vuelto a dar el cante. Carlos Rubiera, responsable político de las áreas de Cultura, Educación y Festejos del Ayuntamiento, se despachó el pasado lunes con un duro ataque a la minería del carbón, durante la presentación del certamen de la Primera Sidra del Año. Rubiera, maestro de profesión, y músico por vocación, es ese peculiar personaje de reconocido perfil asturianista que arribó a la vida pública municipal hace dos años, en el batiburrillo político de Foro Asturias, y que desde el inicio del mandato ha dado frecuentes muestras de sus extravagancias. Frase suya es, pronunciada en un Pleno, aquélla que en alusión a sus hábitos musicales decía así: «No puedo dejar de escribir letrillas. Voy paseando y se me ocurre un tango. Entro en el baño y me sale una muñeira».

Dijo Rubiera esta semana, con luz y taquígrafos, que «se enterraron miles de millones en mantener pozos abiertos que había que cerrar»; que «sale más barato tener a los mineros prejubilados en sus casas que trabajando»; y que las ayudas estatales al sector sólo habían servido para «mantener un tinglado político-sindical» en torno a la minería. Todas las opiniones son respetables en un Estado de derecho, pero las del concejal de Cultura de Gijón sorprenden por estar fuera de lugar -se pronunciaron en la presentación de un festival sidrero, donde no venía a cuento arremeter contra la política del carbón- y porque perjudican seriamente a un amplio espectro social en Gijón: el de los prejubilados de la minería de las Cuencas que se han asentado en esta ciudad, que pagan sus impuestos aquí y que participan económicamente en su sostenimiento. Se cuentan por miles los ciudadanos de las zonas mineras asturianas que actualmente residen en Gijón y que se han sentido aludidos por las manifestaciones extemporáneas del concejal de Cultura, que el miércoles se vio obligado a rectificar, seguramente «invitado» por su partido.

Sorprende igualmente que desde la dirección de Foro Asturias, un partido cuyo líder ha hecho bandera electoral y electoralista de la defensa del sector minero, no se haya reprendido a un concejal que suele ir por libre y al que resulta difícil sujetar en sus frecuentes excesos. Al menos públicamente no ha habido un toque de atención. Ni siquiera por parte de la Alcaldesa, que el miércoles desconvocó a última hora una comparecencia pública tras la reunión del consejo de administración de Gijón al Norte, seguramente para no dar la cara ni verse en la tesitura molesta de tener que dar cuenta de la metedura de pata del integrante más díscolo de su equipo de gobierno, el que más quebraderos de cabeza le ha creado en estos dos años de mandato.

Son innumerables los charcos que ha pisado Rubiera desde la asunción de responsabilidades políticas en el Ayuntamiento de Gijón: quiso finiquitar la "Semana negra", de la que Moriyón acabó confesándose ferviente admiradora; echó al director del Festival de Cine, José Luis Cienfuegos, un profesional de prestigio, para poner al frente de la muestra a un desconocido justo cuando el certamen celebraba su quincuagésimo aniversario; se sacó de la manga el Festival Arco Atlántico al modo de un «Lorient» en miniatura que en su primera edición pasó con más pena que gloria; tardó meses y meses en convocar el Consejo Escolar, pese a los frecuentes requerimientos de la comunidad educativa; y fue llevado a los tribunales por los promotores de un prestigioso festival de zarzuela a los que acusó de conformar un «chiringuito» socialista?

En el célebre Pleno escatológico del baño y la muñeira, Rubiera confesó en voz alto su pasión por la música, «una enfermedad incurable que me persigue a todas partes. Componer es una necesidad y uno sufre mucho cuando no le dejan hacer sus necesidades tan siquiera de vez en cuando». Tal vez va siendo hora de que el concejal cantautor regrese a los escenarios y abandone la política, si tanta es la necesidad por la composición de estribillos. Una petición que, por otra parte, la Asociación de Vecinos del barrio minero de La Camocha elevó ayer a la alcaldesa de Gijón, en respuesta a la «provocación y afrenta» de un concejal a los trabajadores de la minería en un momento en el que parece próxima la puntilla al que ha sido durante décadas sector estratégico de la economía asturiana.