Convendrán en que la Semana Santa puede ser trasunto o alegoría evocadora del sufrimiento de una tierra a la que los indicadores económicos y las cifras del contabilidad fría conducen a empujones por el camino tortuoso de un calvario. Asturias de la espalda corvada por el recio madero del despoblamiento, herida la frente por el sangrante estigma del desempleo; doliente toda ella como una Madre que ve partir uno a uno a sus hijos camino del destierro porque no queda en el solar paterno hueco para agrandar la ya maltrecha hacienda. Asturias, como los crucificados que estos días desfilan por sus calles, parece condenada sin remedio a la travesía de un desierto interminable acompañada del tañido de campanas que tocan a fúnebre, miserere mei, Deus.