El Gobierno quiere fusionar municipios. A ver cómo se arreglan, por ejemplo, con Oviedo. Sumando Cinturón Verde, Villa Magdalena y el Calatrava es la peor novia posible para cualquier boda por muchas cautelas que se establezcan -capitulaciones incluidas- ya que la convivencia diaria con la ruina es muy difícil de soportar.

¿Hay demasiados concejos? El propio término es problemático. Poco a nada tiene que ver Madrid con Albondiguilla de los Meandros do moran cincuenta vecinos mal contados.

El dictado gubernamental poco puede hacer. Poco bueno. ¿Ayuda la realidad?

El problema es el ensimismamiento nacionalista o localista -no hay diferencia- que se lleva predicando durante décadas. El personal está convencido, a fuerza de propaganda, que un vecino de Villaconejos de Arriba es absolutamente distinto de otro de Villaconejos de Abajo. Lo mismo vale para las comunidades autónomas consideradas como naciones por cómicas que parezcan.

Con las conciencias arrasadas por semejante ideología es muy difícil ahora convencer a los de Torres Bravas de la Tramontana para que se fusionen con los de Torres Bravas de la Cismontana. Por Dios, si no tenemos nada que ver, si para nosotros son tan ajenos los de Ceilán dicen desde los dos bandos contiguos.

A más a más, la casta política se opone a ese cambio por fusión ya que sin duda reduciría el número de plazas desde las que ganan la sopa boba y/o arramplan con lo que pueden. En Asturias bien se ve con la cotidiana rebelión de ciertos caciques locales a quienes los grandes partidos son incapaces de meter mano.

El personal se cree todas las supersticiones, mismamente que es razonable que el 40 por ciento de los presupuestos públicos se destinen a sanidad cuando tenemos la mejor salud de todos los tiempos. No creo, sin embargo, que nadie quiera cargar con Cinturón Verde, Villa Magdalena y el Calatrava sumados. Y en otros municipios, lo mismo.