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El fenómeno Blue Jeans

El despliegue de periódicos y libros en las playas

El despliegue de páginas de periódicos que se percibe en las playas con la llegada del verano prueba que la lectura de la prensa para enterarse de las noticias y las opiniones ha variado poco. Lo mismo cabe decir de los libros, en especial las novelas, cuyo atractivo estival no ha mermado. Este panorama playero desmiente los augurios apocalípticos de los agoreros que anuncian sin tregua el final del papel como soporte para leer.

Reconforta escuchar a personajes tan lúcidos como John Banville, último Premio "Príncipe de Asturias" de las Letras, cuando dice que las nuevas tecnologías son perecederas. Como su propia definición indica, duran mientras sean nuevas, porque siempre está llegando algo novísimo que les arrebata el nombre y las suplanta. Y en materia de lectura, ni los periódicos ni los libros son suplantables porque albergan la fortaleza de la permanencia.

El argumento de que los jóvenes ya no leen libros ni prensa tradicional, porque sólo manejan pantallas, sean móviles o fijas, es una verdad a medias. Hace unas semanas tuvimos la ocasión de presenciar un fenómeno que pone en cuestión esas afirmaciones rotundas. Un escritor que se hace llamar Blue Jeans llenaba una gran sala de jóvenes y adolescentes, cada uno de los cuales llevaba un libro en la mano para que se lo dedicase.

¿Quién es Blue Jeans? Un treintañero de Sevilla, bautizado Francisco de Paula Fernández, que se caracteriza por usar una visera. Como periodista no tuvo demasiada suerte en la profesión, pero se reveló como un novelista de éxito. Títulos como "¿Puedo soñar contigo?" o "No sonrías que me enamoro", que a los adultos, salvo si son padres de estudiantes, ni les suenan, los han leído decenas de miles de jóvenes de ambos sexos. Como en otro tiempo se devoraba a Julio Verne o Enid Blyton y las Aventuras de los cinco.

Las apariencias engañan, y Blue Jeans demostró una profesionalidad que justifica por qué tiene tantos seguidores y no se le escapa ninguno. Cuando se puso a firmar libros, al dar las diez de la noche tuvo que abandonar el recinto oficial en el que se encontraba, pero no se inmutó. Se trasladó al bar de la esquina, y en una mesa al aire libre, ante la que se formó una gran cola, prosiguió la firma hasta que todos tuvieron su autógrafo.

Según confiesa él mismo, sus lectores son de libros, no de nuevas tecnologías. Y no reaccionan con el histerismo de los seguidores de grupos musicales. Son muy naturales y, por lo general, no pasan de la veintena.

Es decir, los adolescentes y jóvenes leen, y no sólo en tabletas, pantallas de ordenadores o móviles, sino en soportes tradicionales de papel. Y hacen bien.

El catedrático Ignacio Morgado, uno de los neurocientíficos de fama mundial, da un plus de salud a los lectores. El deterioro neuronal que se produce con el paso de la edad, por la pérdida de masa cerebral, no es irreversible. Se produce una recuperación neuronal, porque hay recursos para paliarla. Uno muy principal es el sueño, de ahí la importancia de lograr dormir seis o más horas diarias sin interrupción. Otro es la lectura, que es salutífera. De ahí la necesidad de que no se pierda ese hábito, ya que, al placer intrínseco de la lectura, se une el plus de salud que proporciona.

La temporada de playa es una magnífica ocasión para visualizar que perdura la costumbre placentera de leer periódicos y libros sobre la toalla, bajo la sombrilla y junto al mar.

El sol, no hay duda, no hace buenas migas con las pantallas: ni con el libro electrónico ni con el periodismo digital. De ahí que gentes de todas las edades se inclinen por el papel como el mejor soporte para enterarse de las noticias o entretenerse.

Sería ridículo negar que las nuevas tecnologías restan protagonismo al papel, y que desciende el número de lectores de libros, revistas y periódicos. Pero es insensato olvidar la máxima heraclitiana de que todo fluye y, por tanto, que lo nuevo -¡ qué sería de las modas!- no perdura, sino que muta hacia otras tecnologías que surgen. Como decía Banville, seguirá valorándose el soporte del papel y siempre habrá quien lo prefiera o compatibilice con las novedades de turno.

El próximo día que vayan a la playa, fíjense, y verán que a pesar de los agoreros, el periódico y el libro gozan de aceptable salud. Los lectores no son antiguos, sino tan actuales como los de las pantallas, que previsiblemente serán sustituidas como instrumentos de lectura del futuro por otras tecnologías.

Lo seguro es que siempre habrá gente que lee libros y periódicos de papel cada verano en las playas.

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