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El carro entornado

El "caso Pujol" y la politización del Poder Judicial

El carro de las relaciones políticas entre el Gobierno de Madrid y la Generalitat catalana está entornado. Y ya se sabe que al carro entornado nunca le faltan caminos. Este carro no es fácil de levantar, pero la recuperación de los caminos extraviados puede servir para evitar que vuelquen otros carros dispuestos a emprender una ruta parecida en un futuro próximo. La confesión de Jordi Pujol, el pasado 25 de julio, de haber ocultado a la Hacienda pública, durante 34 años, cuatro millones de euros en Andorra causó una enorme conmoción en mucha gente, que no entiende que el hombre de gran cultura, que habla las más importantes lenguas europeas -en contraste con la mayoría de los políticos españoles-, considerado por no pocos historiadores como el político más sagaz de nuestra Transición a la democracia, el molt honorable senyor cayera en una pasión tan desmedida por atesorar y esconder el dinero. Aunque, afortunadamente, la mafia no se desarrolla en la metrópoli, sino en las provincias del sur de Italia y en Sicilia, el caso Pujol recuerda, a la inversa, sin salir del ámbito del antiguo Reino de Aragón, a una escena de la película "El Padrino", cuando don Vito Corleone, personaje que, procedente de Sicilia, llegó a Nueva York a los 12 años, además de practicar el fraude, la extorsión, los juegos de azar y el control de los sindicatos, toma de su biblioteca de dos pisos un libro del gran Julio César, autor en el que era un auténtico especialista. Se trata de una impresión semejante, pero inversa a la suscitada por la confesión de Pujol; al espectador español le cuesta entender que el capo más respetado de Nueva York, hacia 1946, a la vez que extorsiona, lea a los clásicos. Mario Puzo, el autor de la novela "El Padrino", y F. Ford Coppola, director de las tres películas de la serie, proceden de familias napolitanas, como la siciliana familia Corleone, protagonista de la novela y de la serie de las tres películas. Ya se está acusando a la banca andorrana de faltar a la omertá, palabra siciliana que algunos filólogos consideran de origen español, equivaldría a hombredad, del siciliano omu, hombre, y que significa el deber de guardar silencio total de los delitos ante las autoridades oficiales.

La dificultad de los españoles para entender esas formas de conducta tan contradictorias, salvo en forma de hipocresía, tiene que ver probablemente con que nuestra moral pública procede, en buena parte, de la Contrarreforma y de la larga vigencia de la Inquisición, mientras los países protestantes asumen mejor la modernidad. "Acábaseles la virtud que tienen y después hállanse sin nada en medio de muchas ondas y tempestades de tentaciones que se levantan, y de ocasiones que se ofrecen, para los que tenían necesidad de más provisión y de más caudal de virtud", dice el P. Alonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús, en el siglo XVI. Esta visión de la unidad de la virtud procede, en último término, del primer Platón socrático: "Hay una sola virtud, la frónesis, la sabiduría, ya que el que posee esta virtud posee todas las demás". En la moral europea protestante se da una mayor comprensión hacia la adquisición del dinero, especialmente en el calvinismo, según Max Weber, donde el éxito en los negocios puede interpretarse como una señal de haber sido elegido por Dios, idea que formuló ya San Agustín en el siglo V, en el "De natura et gratia". Algún autor vincula el desarrollo industrial y mercantil de Cataluña con el capitalismo europeo inspirado en la Reforma. No parece, en cambio, significativo que el más importante entre los humanistas españoles próximos a Erasmo, Luis Vives, proceda de Valencia y traficara en telas y vinos, con claro espíritu catalán, ya que un gran número de los innovadores religiosos erasmistas, protegidos por Carlos V, eran castellanos y alguno de origen asturiano, como los hermanos Valdés.

Pero si para mucha gente, especialmente en Cataluña, constituyó una gran sorpresa la confesión de Jordi Pujol, no ocurre lo mismo dentro del ámbito judicial o en el de los responsables políticos. El carro no se entorna sólo por un incidente de la última noche de Santiago, como en una estampa lorquiana, sino que el extravío de las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno central viene desde casi los inicios de la Transición a la democracia, en cuanto se produce el relevo de Tarradellas por Pujol, en mayo de 1980. Ya el 29-4-1980 aparece en el diario "El País" la primera parte de un artículo firmado por Alfons Quintá y Carlos Humanes sobre "Dificultades económicas del grupo bancario de Jordi Pujol". Aunque la segunda parte de este artículo nunca apareció, se sobrentiende que en Banca Catalana está en marcha una situación de quiebra fraudulenta. ¿Cómo fue posible que de aquellos polvos de 1980 no se hicieran públicos los lodos resultantes hasta 34 años después? ¿Por qué mientras Pujol estuvo en el poder permanecieron ocultas las supuestas irregularidades económicas de la Presidencia de la Generalitat sin que prosperasen judicialmente el caso Banca Catalana, el caso Palau, el de las ITV, o el de las comisiones del 3%? No podemos responsabilizar de este extravío a fiscales como José María Mena y Carlos Jiménez Villarejo, que descubrieron los créditos ficticios y sociedades instrumentales, la existencia de una caja B y el agujero de 20.000 millones de Banca Catalana, que asumió el Estado, para que lo pagaran todos los contribuyentes. Después de tres años de investigación estos fiscales dictaron un auto en el que presentaban una querella contra 25 directivos de Banca Catalana, entre los que figuraba Jordi Pujol. El viejo Tarradellas fue un testigo lúcido de la situación, ya que en 1985 declaró: "Pujol debería dimitir por lo de Banca Catalana; dejará un lastre muy grande". "Cataluña debe trabajar más que nunca para hacerse bien fuerte, bien próspera y ser un ejemplo para los demás pueblos de España". La complicidad y el regate en corto de los políticos de Madrid facilitaron que en vez de la gran Cataluña, preconizada por Tarradellas, "de las perseverantes, inteligentes y activas provincias catalanas", ejemplo para los demás españoles, como señaló en el Congreso de los Diputados el 6-3-1858 el político asturiano Santiago Fernández Negrete, prevaleciera, sobre todo, el principio de que "la pela es la pela", con el "lastre muy grande" actualmente, que anunció Josep Tarradellas.

El 31 de mayo de 1984, tras estallar el escándalo de Banca Catalana, la Alianza Popular de Manuel Fraga votó la investidura de Jordi Pujol como president de la Generalitat, mientras Raimon Obiols, candidato socialista, tuvo que abandonar el Parlamento de Cataluña, ante los gritos de "botifler", traidor, de los seguidores de Convergencia, que consideraban un ataque a Cataluña las críticas a Pujol.

Cuando, en los comienzos de la Transición, se discutía la composición de los órganos judiciales superiores, había casi unanimidad en la opinión pública en considerar que el gobierno de la justicia española no debía ser únicamente corporativa o gremial por parte de los mismos jueces. Pero lejos de llegar a un equilibrio de poderes, a una "tejeduría real", como preconizaba el viejo Platón del Sofista y las Leyes -tan estudiado por la escuela de don Gustavo Bueno-, que evitara que ningún sector dominara totalmente el Consejo del Poder Judicial, el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional, se cayó en el extremo opuesto de que a través especialmente del Consejo del Poder Judicial se da una politización excesiva de la justicia, que es una de las claves de por qué el fenómeno del pujolismo -como otros muchos casos- permaneciera hibernado durante tantos años, ya que, probablemente, el fiscal general del Estado tenía que haber recurrido, en 1990, el carpetazo de la Audiencia de Barcelona al caso Banca Catalana siguiendo el auto de los fiscales Mena y Villarejo.

La desconfianza de la gente en los organismos superiores del Poder Judicial es enorme, por su gran politización. O los grandes partidos políticos se autolimitan en su poder sobre el Consejo del Poder Judicial, sobre el Tribunal Supremo y sobre el Tribunal Constitucional, para llegar a una situación de equilibrio de fuerzas, donde ningún sector tenga el dominio absoluto, o Venezuela llama a nuestra puerta, como sostiene el gran economista Luis Garicano en "El dilema de España". Las últimas encuestas, con Podemos muy cerca de los grandes partidos, deben recordarnos que, como sabemos muy bien los seguidores del Real Oviedo, no hay fondo, no se toca fondo nunca, y siempre puede darse una situación peor en cada nueva temporada.

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