Iniciado septiembre con un lunes de cierto vacío callejero como si las fiestas hubieran desaparecido. Y no. Porque barrios de Gijón, pueblos de los alrededores y pueblos de toda Asturias tienen en este mes sus fiestas patronales, que los organizadores de los festejos cuidan con mimo.
En los tiempos que corren conseguir dinero para montar cualquier festejo popular es un mérito grande. Pero conseguirlo en barrios con población no muy grande y en zonas rurales donde los residentes van a menos y si van a más se debe a las segundas residencias o a nuevos habitantes con escaso arraigo, el mérito se engrandece hasta la admiración.
Por poner un ejemplo cercano, un repaso a las fiestas de Peón, perteneciente al concejo de Villaviciosa pero desde siempre tan vinculado a Gijón, demuestra una admirable capacidad organizativa. Seis días de fiesta, casi una Semana Grande gijonesa, y presencia de nombres muy conocidos y muy estimables en el escenario del prau de la fiesta.
Las fiestas en las zonas rurales son una buena disculpa para el regreso de quienes se fueron a otros lugares en busca de nuevos horizontes laborales o personales y son también una vía de anclaje para los que han hecho el camino al revés, de la ciudad al campo, fenómeno que sin duda la crisis ha frenado, aunque fue masivo en los años de las vacas gordas.
Los porfolios y los programas festivos que aparecen estos días para informar de las fiestas de, por ejemplo, La Guía, Cimadevilla o el citado Peón son los ejemplos palpables de que existen vecinos que se esfuerzan en defender los intereses comunitarios y que ponen horas de su vida y esfuerzos personales para que los barrios y los pueblos luzcan como se merecen en los días y las noches patronales. Cuando las fiestas de la gran ciudad, pongamos que Gijón, quedan atrás es hora de reconocer las otras tan cercanas.
