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Ni sí ni no, sino al contrario

La estrategia de Cameron con Escocia frente a la de Rajoy con Cataluña

Sólo por tocarles la gaita a los escoceses, el primer ministro británico David Cameron aceptó que decidiesen en referéndum sobre su pertenencia al Reino Unido, sin otra exigencia que la de una pregunta "clara" e "inequívoca". Craso error. Debiera haber aprendido de su colega Mariano Rajoy -inspirado a su vez en el premier de Freedonia, Rufus T. Firefly- que lo oportuno y conveniente en estos casos es no decir sí ni no, sino todo lo contrario.

A diferencia de Cameron, el presidente del Gobierno español prefirió acogerse a sagrado en la Constitución -que Inglaterra no tiene- frente a las demandas de independencia que Artur Mas no para de requerirle educadamente desde Cataluña. Una vez encastillado, Rajoy se limitó a ejercer el papel de Don Tancredo: el personaje que antiguamente se ponía en medio de la plaza de toros para ver pasar, impertérrito y en perfecta quietud, los cuernos de los morlacos a su alrededor.

La de Rajoy no es tanto una estrategia como una actitud. Otro gallego aún más famoso que le precedió hace décadas en el cargo tenía el curioso hábito de usar sólo dos cajones de su mesa de despacho, que abría y cerraba de vez en cuando para trasladar papeles del uno al otro. "El cajón de la izquierda", explicó un día el general Franco a sus intrigados colaboradores, "es el de los problemas que el tiempo resolverá. Y el de la derecha, el de los problemas que el tiempo ya ha resuelto". Con esta fórmula tan próxima al budismo zen, el dictador gobernó plácidamente España durante casi cuarenta años, lo que acaso dé razón de la eficacia del método.

Desconocedores, tal vez, de este precedente, los miembros del ala dura de su partido suelen reprocharle a Rajoy las vacilaciones que -en su opinión- muestra ante el problema de Cataluña. Quizá lo hayan interpretado mal.

Más que vacilante, o dubitativo, el primer ministro español ha acreditado en sus ya largos trienios y quinquenios de ejercicio de la política un carácter decididamente vacilón, esto es: dado a la guasa y a la burla. "No sé de qué vamos a hablar", dijo por ejemplo hace algunos meses cuando los audaces reporteros le preguntaron si accedería o no a la reunión "discreta" que le había propuesto su colega Artur Mas. Nunca se sabrá si Rajoy vacilaba o más bien le estaba vacilando al presuroso jefe de la Generalitat, en la confianza -un tanto arriesgada- de que el tiempo acabará por resolverlo todo.

No se puede decir que esa estrategia de enfriamiento de los problemas sin más que aplazarlos una y otra vez le haya salido del todo mal hasta ahora. Gracias al ejercicio casi pachorriento de la calma, tan oriental, el occidental Rajoy ha conseguido de momento traspasarle a Mas el problema con el que su interlocutor quiso jugar de partida a la carta más alta.

Emparedado entre las exigencias de Esquerra, su socio competidor, y las urgencias del calendario independentista que él mismo trazó, el presidente de Cataluña es el que tiene que mostrar naipe tras embarcarse hace ya dos años en el juego político de las siete y media. Lo ha hecho apostando de golpe a la carta mayor -que es la de la independencia- y ahora ha de afrontar los inconvenientes de ese juego sobre los que ya alertaba Don Mendo: "O te pasas o no llegas. No llegar es un dolor, pero ¡ay de ti si te pasas!: si te pasas es peor". La partida del ni sí ni no va para largo.

stylename="070_TXT_opi-correo_01">anxel@arrakis.es

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