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La guerra, ese negocio

Ante las revelaciones de "The New York Times" sobre la matanza de 17 civiles en Bagdad en 2007

La guerra es un gran negocio, y con los negocios no se juega. En 2007, con George W. Bush en el poder, el Departamento de Estado envió a dos funcionarios a Irak para revisar el trabajo de la empresa de seguridad Blackwater, contratista del gobierno, a la que se atribuye la matanza de 17 civiles en Bagdad aquel mismo año. Los investigadores hallaron que la empresa facturaba al gobierno más de lo debido, manipulando los registros de personal y de actividad. ¿Qué ocurrió entonces? En primer lugar, el jefe de Blackwater en Irak advirtió a uno de los investigadores que le podría "matar ahora mismo y nadie haría nada". En el Bagdad de 2007 moría gente, simplemente. Lo segundo fue que Washington precipitó el regreso de los investigadores. Todo esto se ha sabido ahora gracias a documentos revelados por "The New York Times", en el marco de las investigaciones oficiales para determinar si un mejor control de la administración sobre las empresas contratadas podría haber evitado episodios como la masacre del 2007. La respuesta parece obvia. El informe de los investigadores fue ignorado, y desde entonces los EE UU han otorgado por lo menos 242 millones de dólares en contratos a Blackwater en lo que "Newsweek" denomina "sus diversas encarnaciones desde el año 2007: la compañía ahora se llama Constellis Holdings".

La guerra es un negocio y lo hacen los contratistas y proveedores, desde fabricantes de armamento hasta ejércitos mercenarios, pero en ellas muere gente. Aunque los iraquíes muertos importan poco a EE UU. ¿Cómo van a importarles si a los europeos occidentales nos dejan indiferentes las víctimas del muy cercano conflicto de Ucrania? Mientras no lleguen bolsas con los cuerpos de "nuestros chicos", no hay problema. Por eso el futuro está en los drones. Los abusos de nuestros soldados o de nuestros contratistas en tierras lejanas, e incluso la malversación de nuestros impuestos, se cubren con la extensa y protectora manta de la bandera patriótica, y en caso de duda se recuperan del archivo las imágenes de las torres gemelas atacadas por "the Evil", el Mal. Lo que ninguna sociedad democrática madura tolera en su propio territorio se admite con indiferencia cuando sucede más allá de las fronteras. Al fin y al cabo, si nos miramos de arriba abajo -coche, casa, ropa, aparatos, trabajo, ocio?- con escrupuloso detalle, veremos manchas de sangre por todas partes.

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