Sólo una comunidad incapaz desperdiciaría la ocasión de seguir compartiendo la carga financiera de las obras que quedan por delante

Asturias es la periferia de la periferia. Una razón suficiente para que sus dirigentes batallen en pos de todo lo que ayude a corregir esta desventaja de partida y un argumento convincente para sensibilizar a quienes pueden aportar soluciones, en este caso la Unión Europea. El último programa ideado con el fin de facilitar la comunicación entre los europeos ha dejado en cambio en evidencia el conformismo del Gobierno del Principado. Si la cuestión no se enmienda a tiempo, y queda poco margen para actuar, la región quedará en un segundo plano dentro de los grandes corredores diseñados para transportar mercancías y personas en las próximas décadas.

El Ejecutivo asturiano ha asumido que estamos fuera del eje atlántico, uno de los dos, junto al mediterráneo, reconocidos en España como de máxima prioridad para la UE. Alberga, no obstante, "un moderado optimismo" para conseguir que algunas de nuestras infraestructuras puedan beneficiarse de la red, ya que la región es considerada como un ramal secundario dentro de ese corredor principal. Los especialistas en la gestión del dinero comunitario perciben pasividad y falta de liderazgo a la hora de materializar ese objetivo. La Consejería de Fomento rechaza las críticas, aunque lo cierto es que los plazos van agotándose sin que haga sus deberes.

No hablamos de una menudencia. España ya no accede a fondos de cohesión, los de las grandes construcciones, remitidos a países más atrasados, y sí puede aspirar en cambio a los 26.000 millones de euros que la Comisión destinará a los corredores designados como transeuropeos. De esa partida, 11.900 millones de euros serán distribuidos antes del 26 de febrero de 2015. Después, hasta dentro de dos años, no volverá a abrirse el grifo. Asturias se juega una ayuda considerable para sus obras pendientes. La UE, sirva de ejemplo, ya aportó a la Variante, el 22% de los 3.500 millones consumidos en su construcción. Esos 784 millones que hasta 2013 el Gobierno español no tuvo que invertir porque sus socios continentales los desembolsaron pudo dedicarlos a otros menesteres nacionales. Sólo una comunidad sobrada o incapaz, que no se entera, desperdiciaría la ocasión de seguir compartiendo la carga financiera de lo que queda por delante.

Otras autonomías, a la caza, no dejan de moverse. Lo hacen desde hace meses, con éxito, las del arco levantino. La pretensión inicial, trazar un solo eje transeuropeo por España, de Algeciras a Madrid, el País Vasco y Francia, quedó abortada. La presión del área mediterránea, el 60% del PIB español, movilizando a toda la sociedad, logró desbaratarla. En Castilla y León acaban de constituir esta semana un lobby para gestionar el asunto.

El funcionamiento de la paquidérmica Administración europea es complejo. Hay que conocerla bien, sortear sus peldaños con sutilezas y conquistarla con buenos y razonados proyectos. La rivalidad apremia, echar una cabezada supone descolgarse. Pero, para quien entienda y aproveche su mecánica, la Unión está llena de oportunidades interesantes como las que ahora brinda el proyecto "Conectar Europa" para líneas multimodales -ferro carriles, puertos, zonas logísticas, carreteras- de tránsito.

Hace tiempo que la UE persigue desplazar el tráfico de las saturadas autopistas hacia medios sostenibles, que generen menos ruido y polución. El planteamiento viene como anillo al dedo a Asturias, con un ferrocarril que será muy competitivo cuando pueda franquear la Cordillera por los túneles de la Variante, un área de intercambio de mercancías en San Andrés de los Tacones muerta de risa y unas inmensas instalaciones portuarias en El Musel desaprovechadas e idóneas para las autopistas marítimas. Si los intentos anteriores fracasaron con estrépito fue por colocar el carro delante de los bueyes. Importó más tener oferta que crear demanda, y ésta no aparece por arte de magia. Hay que trabajarla.

Algunos incluso ven a la dársena gijonesa con condiciones para transformarse en una gran puerta marítima de la fachada atlántica, favorecida por la ampliación de las esclusas del canal de Panamá o la apertura de nuevas rutas hacia Asia a través del Ártico. Ahí tiene su reto.

Dejarse arrastrar por la resignación sería el mayor error de Asturias. Desde aquí sí se pueden hacer cosas para cambiar situaciones adversas, aunque dependan de Bruselas. Para rentabilizar el corredor atlántico falta una estrategia clara y un plan que implique a los agentes sociales y a la multitud de organismos de promoción económica existentes que poco promocionan. Estas mallas europeas que se están tejiendo son polos de desarrollo y actividad futuros. Por donde discurren hay riqueza, lo que equivale a prosperidad general.

Asuntos como éste deberían de consumir los debates parlamentarios y las energías de cada día de nuestros políticos. Ni los del mando ni los de la oposición se inmutan o rectifican al ver cómo parte otro tren. Reservan su destreza para espurias degollinas sin importarles el desierto que aguarda a los asturianos, condenados a vivir en una ínsula.