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Eduardo Lagar

Es la hora de pasar la bayeta

El discurso ambivalente de Foro frente a la ética de los representantes políticos

A la hora de mentir, Javier Fernández es de los que cuentan sólo la mitad de la verdad. Francisco Álvarez-Cascos, en cambio, no tiene atadura alguna: puede sostener sin sonrojo lo mismo y lo contrario. En el último debate de la Junta, el presidente del Principado espetó al líder de Foro: "Usted es así: miente con absoluta sinceridad". Dijo que Cascos practicaba el "doblepensar", esa capacidad de defender dos ideas opuestas a la vez que tanto machaca al protagonista de la novela "1984" de Orwell, donde, por ejemplo, hay un Ministerio de la Verdad que es el encargado de la reescritura y falseamiento de la historia.

El debate del viernes en la Junta permite reflexionar sobre un aspecto clave de Foro: ese "doblepensar" de un partido político que, ya desde su origen, se presentó como un movimiento ciudadano regeneracionista cuando, en realidad, era el instrumento de una venganza política personalísima. Fue el primer Podemos de España. Pero la acción que prometían venía del verbo "podar". Entonces, los hinchas de Cascos -hoy muchos deshinchados ya- pintaban a un líder que era forista pero, sobre todo, forestal y con motosierra porque llegaba para cortar todas las ramas podridas del árbol social. Es decir: a todos los discrepantes. Y, así, siguiendo con la práctica orwelliana del doblepensar vimos al exjefe de Luis Bárcenas presentarse a las elecciones como el primer casto en lucha contra la casta.

A partir de ahí todo fue posible. Cuando se les preguntaba por su ideología, decían que eran "transversales". Y era una manera bien orwelliana de decir que pensarían lo que más les conviniese. Si acaso, la única constante en su discurso de estos años ha sido que siempre han recurrido al escándalo y la alharaca. El casquismo es cascante. Y poco más. El último ejemplo: resulta que los más puros, los que bajaron del cielo, mantienen entre sus filas a diputados-empresarios, a concejales-abogados, a alcaldesas-cirujanas que saltan de un estado laboral a otro sin solución de continuidad ni conflicto ético alguno. Las normas son para los demás.

El problema de fondo está en intentar aplicar la racionalidad al discurso de Foro. Su mundo es cambiante, allí impera la física cuántica, donde las partículas pueden ser y no ser a la vez. Su lenguaje es alambicado, contradictorio, casi nunca se entiende muy bien qué quieren decir y, a la postre, si no fuera tan dañina su cizañera presencia en las instituciones democráticas, a veces semeja al del movimiento dadaísta. Pero se aproxima una primavera cartesiana: los ciudadanos votarán a los claros, a los coherentes, a los bienpensantes, a los limpios. Se acerca el momento de pasar la bayeta.

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