Ser joven en España es profesión de riesgo. La estadística oficial relata una anomalía insalvable en el avance social de la juventud de este país: la mitad en paro; dos tercios de la otra mitad con contrato de trabajo temporal; tres de cada cuatro viviendo en casa de sus padres y la mayoría ahorrando para un billete de ida al extranjero, tal vez sin vuelta. ¿Merece la pena ser joven hoy en España? El empleo es un bien escaso; y los que encuentran trabajo han de conformarse con una actividad y un salario de inferior categoría al que correspondería a su capacitación: mal va un país donde el café del bar lo sirve un ingeniero. No es que la juventud española no encuentre su sitio: es que la han apeado de la escalerilla del último tren. Y no le queda otra que aguardar a pie de estación. Pero a la llegada del próximo convoy ya no habrá jóvenes, tan sólo sombras y un viento frío de país anciano.