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Joaquín Rábago

Una "bofetada democrática" a la "troika"

Tras el triunfo de Syriza en Grecia

El triunfo de Syriza en Grecia puede calificarse como una "bofetada democrática" a la "troika", que ha resonado sin duda con fuerza hasta en la sede madrileña del PP. Pues, ¿cómo se le ocurre al dirigente del partido que nos gobierna con un 24% de paro -y más de un 50% de desempleo juvenil- ir a Atenas a decirles a los griegos que deben seguir votando a quienes los han hundido en la miseria? ¿No es acaso estar en la miseria tener que soportar, como en Grecia, cifras como éstas: una caída del 23% desde 2010 de los salarios del sector público, una reducción del 22% del salario mínimo y que llega a un 32% en el caso de los trabajadores jóvenes?

Y todo ello con un PIB que ha descendido un 25% desde el inicio de la crisis, un desempleo que pasó del 12,5% en 2010 a casi un 26% el año pasado, un paro juvenil récord en Europa junto a España, y un endeudamiento que, pese a todos los sacrificios, no ha dejado de aumentar y supera ya el 175% del PIB.

Y, como consecuencia directa de lo que para muchos no son más que frías cifras, comedores de beneficencia atestados, gente durmiendo en la calle y clínicas que tratan de atender como pueden a los que se han quedado sin empleo y, por ende, sin seguridad social.

Y mientras tanto, en medio de las nieves de Davos o en los calientes despachos de Bruselas, Berlín o Fráncfort, inversores que sólo entienden de cifras, burócratas no electos o gobernantes totalmente alejados de lo que ocurre en la calle, diciéndoles a los griegos lo que tienen que votar si quieren evitar mayores desgracias.

¿Es que todos esos responsables no se han enterado acaso de lo que ocurre en Francia, donde, ante la clara dejación de la izquierda socialdemócrata, un partido de extrema derecha como es el Frente Nacional de Marine Le Pen no deja de crecer cada día que pasa hasta convertirse ésta en candidata creíble al palacio del Elíseo?

¿O lo sucedido en la misma Grecia, donde Amanecer Dorado, una formación neonazi dirigida por matones y con la mitad de la cúpula en la cárcel, se ha convertido en la tercera fuerza, detrás de Syriza y de la Nueva Democracia del hasta ahora primer ministro, Antonis Samarás.

Que en Grecia ha habido engaño a la UE, corrupción, clientelismo, evasión de impuestos, salida masiva de capitales y muchas cosas más que tanto indignan a los alemanes es más que evidente, pero ¿no habría que culpar sobre todo a los políticos de las dos familias que han gobernado el país durante décadas y no a los recién llegados?

Ahora toca pasar página, como dijo el ganador de las elecciones, el dirigente de Syriza Alexis Tsipras, y ya no puede haber más imposiciones, sino negociaciones. Y esto va a ser precisamente lo difícil.

Primero, porque quienes mandan en Europa, los artífices de las políticas neoliberales que nos asfixian, tratarán de impedir por todos los medios que cunda el ejemplo griego y provoque una reacción en cadena de reivindicaciones democráticas.

Ya lo advirtió en la jornada electoral griega el presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, al decir que Grecia va a seguir necesitando apoyo financiero externo, lo cual exigirá que se respeten los acuerdos suscritos por el Gobierno ahora derrotado.

El equipo que consiga crear Tsipras estará sometido a fuertes presiones de los acreedores, los socios de la UE, empezando por Alemania, y el Fondo Monetario Internacional, pero también tendrá que intentar cumplir las promesas que hizo a sus votantes de reestructuración y posible quita de una deuda que supera ya los 320.000 millones de euros.

Los dirigentes de Syriza creen que hay margen y es cuestión sobre todo de establecer prioridades. Y la prioridad absoluta para ellos es acabar con la miseria, crear empleo, restablecer los servicios de salud y evitar que la gente tenga que dormir en la calle.

Queda por ver si otros gobiernos que se reclaman de la izquierda, aunque sea "light", como los de Francia e Italia, ayudan en la tarea o, plegándose una vez más a la ortodoxia "válida para todos" que marca Alemania, ponen palos en las ruedas.

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