La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

francisco-garcia-perez.jpg

Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

El misterio de la cripta de las Trinitarias

Ante el hallazgo de los posibles restos de Miguel de Cervantes

Pues me alegro mucho de que los restos mortales encontrados en la cripta de las Trinitarias en Madrid sean los de Miguel de Cervantes o puedan ser los de Miguel de Cervantes, porque tamaño descubrimiento va a crear no pocos empleos y porque a mí ya me está dando mucha risa la que se nos viene encima. Creará no pocos empleos gracias a las muy largas filas que se formarán ante el catafalco acristalado del Príncipe de las Letras, o lo que allí levanten las autoridades, con un público ansioso por rendirle honores. Cuatrocientos años casi ha estado esperando en un ay el pueblo español, esa España entera que tanto mentan los intelectuales de "Gran Hermano VIP", mordiéndose las uñas, arañando de ansiedad las alfombras, leyendo en la larga espera y como posesos y generación tras generación y en clase y en casa no solo el "Quijote": también las "Novelas ejemplares" e incluso las comedias y los entremeses, nunca representados, cervantinos, es posible que "La Galatea". A esas muy largas filas de personal convocado por la propaganda ministerial habrá que ponerles unas taquillas con taquilleros uniformados; habrá que contratar conserjes, guías, bedeles u ordenanzas, guardas jurados, expertos en sistemas de seguridad, vendedores de hamburguesas y refrescos, de gusanitos, chuches, perritos calientes y carteles conmemorativos, de ceniceros y bolas de cristal con nieve falsa que cae sobre el Manco de Lepanto, de camisetas con el lema "Je suis Cervantes" (he corrido a patentarlo). Incluso, aunque no es muy necesario, se podría abrir allí mismo una modesta librería con las obras (a ser posible resumidas, pues son más largas que el copón) del autor del "Persiles", por si algún despistado quiere matar el tiempo echándoles una ojeada o, los más viciosos, una hojeada. Podría bastar un tenderete con lápices USB que contengan un par de "powerpoints" sobre el escritor. O unas cuantas "aplis" para móvil con juegos sobre "La gitanilla" y tal. Habrá que organizar congresos a tutiplén de expertos subvencionados a tutiplén, con títulos apasionantes y tutiplenarios: "Lecturas diegéticas del esqueleto cervantino", "Osarios, osamentas, huesudos y posmodernidad"? Los novelistas habrán de trabajar a destajo para alumbrar cuantos antes bodrios de 600 páginas: "El misterio de la cripta de las Trinitarias", "La maldición de la tumba de Cervantes"? (ojo, ya los he patentado también). No hablo de comisionistas y timadores varios, de rinconetes y cortadillos y monipodios que se van a poner las botas de dinero público con eso que ellos llamarán "eventos culturales cervantinos": no hablo de ellos porque, como decía mi abuelo, "eso, por sabido se calla". O sea que la confirmación de que los restos mortales o posibles restos mortales de Cervantes hállanse donde todos suponíamos que estaban (pues siempre quedaba la duda de que cualquier mano irresponsable los hubiera arrojado a la basura años atrás: nada me extrañaría menos tratándose de un escritor), o sea, en el convento de las Trinitarias Descalzas, va a sacar a un buen puñado de compatriotas del paro, de lo cual me alegro.

Pero me está dando mucha risa porque ya veo y oigo venir a los políticos todos del ramo cultural, en este 2015 de elecciones, apuntándose el tanto de que gracias al abnegado y constante compromiso de su partido con la lengua española se ha podido saber que esta es la verdadera tibia de Cervantes y aquel el vero trozo de peroné de Cervantes o lo que queda de él. Todos hablando del hito importantísimo, angular, fundamental, que constituye para la cultura española haber alumbrado al mundo que Cervantes estaba enterrado en la cripta de las Trinitarias. Todos en posición de firmes, todos escuchando himnos, todos catando vino español y apretándose canapés variados, todos con bandas y galones y galas y mantillas para la ocasión. Todos, eso sí, sin haber leído ni un libro de Cervantes, ni uno. Todos, eso también, maltratando el idioma de Cervantes cada vez que abren sus bocazas. Todos, eso por supuesto, con cara de muy seria y muy grave dignidad analfabeta.

Compartir el artículo

stats