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Fernando Granda

La paridad y Mrs. Morrissey

El reparto de labores por sexos desde épocas prehistóricas hasta nuestros días

Los primeros habitantes de este territorio que hace tiempo llamamos Asturias parece que ya dividían las labores por sexos. Según van descubriendo los científicos, los residentes cuyos restos se van encontrando en cuevas como la de El Sidrón seguían unas costumbres que han cambiado poco con el paso de los años. Los neandertales que vivían por estas tierras, hace unos 40.000 años, repartían su trabajo entre ambos géneros con arreglo a las habilidades de cada cual. Así, a la hora de fabricar armas para la caza, de confeccionar utensilios para despiece de lo cazado, de manufacturar badanas o ropajes, las mujeres mostraban mayor destreza que los hombres, que se desenvolvían mejor en otros menesteres. Pero ellas siempre han llevado la peor parte. ¿Cambiará algo con la reciente actuación de Helena Morrissey?

Muchos estudiosos de las épocas prehistóricas deducen que este reparto laboral se debió a ciertas diferencias biológicas, en cuanto a tamaño, esbeltez o agilidad al emplear distintos órganos corporales como instrumentos de elaboración. Se menciona como ejemplo la utilización de los dientes para despedazar piezas de caza, agujerear pieles, etcétera.

Pasados tantos miles de años, avanzada la civilización infinitamente, hoy día las diferencias persisten y, en diversos casos, agudizadas a pesar del tiempo transcurrido y el desarrollo de esa mencionada civilización. Me refiero a las diferencias en cuanto a los salarios, al reconocimiento de algunos derechos humanos -al menos en algunas creencias religiosas y países cuyos gobiernos las imponen-, a las funciones en otras religiones? teniendo en cuenta que son bastante recientes reconocimientos políticos como derecho a votar, comprar, casarse, etc. que perviven en regímenes totalitarios y en culturas donde la fuerza se sigue ejerciendo como distintivo de mando.

Ciertamente el ejercicio del mando es uno de los reductos donde más se muestra la diferencia entre hombres y mujeres. Muchas combaten esta discriminación pero con escaso éxito. Pretendo destacar hoy los logros de una británica que lo está consiguiendo en numerosos casos. Me refiero a Helena Morrissey, que hace unos años fundó el Club del 30%, una institución que busca la incorporación femenina a los consejos de administración en ese porcentaje. Notorio es que las directivas de una gran mayoría de empresas en todo el planeta están copadas por los varones y es muy escasa la presencia femenina. Y en los escalafones de otras muchas la ausencia de las mujeres es clamorosa (pienso que Editorial Prensa Ibérica, editora de este diario, es una clara excepción en cuanto a puestos directivos, con consejeras y directoras en sus distintos diarios y emisoras de televisión).

Mrs. Morrissey, que es consejera delegada de Newton Investment Management, con decenas de miles de empleados, les explicó su aspiración a los hombres más poderosos de Reino Unido y convenció a más de un centenar de los presidentes de los principales consejos de que les conviene una directiva más diversa porque generará más beneficios. Y parece que los psicólogos convienen en que el 30% es el nivel al que una minoría llega a hacerse oír. Países como Francia o Noruega han establecido cupos mínimos obligatorios en cuanto al porcentaje de mujeres en los consejos. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) acaba de presentar en Madrid su Código de Buen Gobierno en el que se establece que deberá haber más mujeres en este órgano de gestión para que en cinco años (2020) representen como mínimo un 30% de los miembros del consejo de administración. Desde 2010, según datos facilitados por la "conseguidora" Morrissey, el porcentaje de mujeres en los principales consejos de Reino Unido se ha doblado. Hace poco esta combativa mujer comenzó a llevar el mensaje también a los colegios. Tiene experiencia. Tiene nueve hijos.

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