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Un rey en el aparcamiento

El funeral por Ricardo III, cuyos restos fueron encontrados hace tres años en el subsuelo de un parking

En cuestiones de protocolo, y sobre todo de protocolo real, los ingleses van muy por delante de nosotros. Lo acabamos de constatar en el funeral por Ricardo III (1452-1485), cuyos restos fueron encontrados hace tres años en el subsuelo de un aparcamiento en la ciudad de Leicester.

El rey había muerto a los 32 años combatiendo contra las tropas de la casa de Lancaster durante la batalla de Bosworth en aquel largo conflicto que se llamó la Guerra de las Rosas. Al parecer en el curso de la pelea perdió el casco, fue cogido en una trampa y cercado por sus enemigos resultó muerto de un hachazo. Hay otras versiones del lance, pero la que ha llegado hasta nosotros con más fuerza se la debemos a la imaginación de William Shakespeare, que nos lo presenta gritando como un desesperado en el campo de batalla después de haber sido desmontado de su caballo.

El lamento teatral del joven rey, "¡Mi reino por un caballo!", se hizo famoso y a partir de ese momento la imagen de Ricardo III se asocia a esa frase, que viene a resumir de forma alegórica lo relativo que es el poder humano. Según nos cuenta la tradición, que como siempre introduce elementos legendarios, el cadáver del rey Ricardo fue expuesto desnudo a la curiosidad pública y luego ahorcado y enterrado en una iglesia franciscana del condado de Lancaster. Fue el último rey de Inglaterra que murió en el campo de batalla después de otro Ricardo famoso que pasó a la historia bajo el sobrenombre de Corazón de León; aquel monarca que aparecía al final de la película de Robin de los Bosques para rescatar el trono de su hermano Juan Sin Tierra.

El paradero de los restos de Ricardo III permaneció ignorado durante cinco siglos pero hace tres años, durante las obras para construir un aparcamiento en Leicester, se encontró un esqueleto que llamó la atención de los arqueólogos. Se hicieron los correspondientes estudios, se analizó el ADN de descendientes de una hermana suya (él había muerto sin hijos) y después de una controversia científica que duró tres años acabó por concluirse que aquellos huesos pertenecían verdaderamente al último de los Plantagenet.

Lo que ahora sabemos, después de tanto estudio, es que el difunto rey no era jorobado ni deforme como nos lo había pintado Shakespeare, pero padeció una escoliosis que seguramente le hizo sufrir bastante. Además, era alto y del análisis de su estructura ósea hay que deducir que bastante guapo de cara. En cuanto a las causas de su muerte en la batalla de Bosworth, se le detectó un fuerte golpe en el cráneo. Los ingleses, que saben organizar muy bien estos fastos reales, lo han vuelto a enterrar con todos los honores. Hubo miles de personas en el funeral y varias horas de cortejo por las calles hasta su nueva tumba. En Madrid, año 1999, Patrimonio ordenó paralizar las obras de un aparcamiento para localizar los restos del pintor Velázquez pero no se encontró nada.

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