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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Librerías y tapones para bañeras

Anécdotas con los libreros como protagonistas

Me troncho de risa con el libro en que una joven librera recopila anécdotas de aquí y de allá (de España, Reino Unido, Australia...) que sus colegas han sufrido en sus librerías con los libros. Fue el regalo de mi librera favorita por el Día del Libro. Dirán ustedes que me ha entrado un ataque de vulgaridad expresiva, pues llené el párrafo anterior de "librerías", "libreras" y "libros". No. Con librerías cerrando a diario (repito: a diario), conviene dejar por escrito que "librería" es la "tienda donde se venden libros", siendo éstos un "conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen". Es para no olvidar los nombres de las cosas que desaparecen, para que el alumnado de la ESO y sus padres, que también sufrieron semejantes espantosos "diseños curriculares", sepan a qué me refiero cuando las nombro.

Un librero español fue advertido por una clienta de que había un tipo presa de movimientos convulsos ante una de las estanterías: allí acudieron por si algo malo le ocurriera; pero comprobaron que el individuo no necesitaba ayuda ya que estaba masturbándose muy a su sabor frente a la sección de sexología. Una señora acudió a una librería anticuaria a vender "un libro antiguo", aunque "muy bien conservado", según aclaró; "muy antiguo", en efecto: era de 1980. Otra librera sorprendió a un señor maduro fotografiando las páginas de un libro de cocina? porque sólo le interesaban dos recetas. Interrogado un cliente sobre si lo que buscaba era el "Viejo Testamento" o el "Nuevo", respondió que si ya había salido el "Nuevo" se lo llevaría, ya que sin duda sería mejor que el "Viejo". ¿Y cómo responder a quien se acerca al mostrador en demanda de "una novela gramática"? Un sujeto confesó a la librera que odiaba los libros de fábulas en que los animales hablaban: "Los libros deberían enseñar a los niños que la vida es una mierda y que cuanto antes lo sepan, mejor", finalizó. Una criaturita destrozó jugando un libro antiguo y de valor; su madre miró a la empleada: "No pretenderá que lo pague ahora que está dañado?". Miró a su alrededor y preguntó aquel joven: "¿Y esta tienda qué vende?"; se le aclaró que era una librería y que, por lo tanto, vendía libros: "¡Ah! ¿Y eso cómo funciona?", repuso el muchacho muy intrigado. De todo, de todo escuchan mis queridos libreros: "Hola. Acabo de descubrir que soy la hermana de Brad Pitt y la prima de David Cameron. ¿Hay alguna biografía sobre mí?". De todo: un cliente, enseñando con mirada pícara una bolsa de papel, propuso: "¿Te apetecen unas setas alucinógenas?". Tras leer la sinopsis de un libro, el señor preguntó: "¿Está basado en hechos reales?"; la paciente librera leyó en voz alta dicho resumen: "Un joven americano descubre que es hijo de Poseidón cuando evapora por accidente a su profesor de matemáticas"; y concluyó que no, que creía que no se basaba en hechos reales.

"¿Venden ustedes cargadores para el iPod?", dijo aquella joven; como le respondieran que no, se quedó perpleja: "¿Por qué?". Y otro preguntó: "¿Tenéis cámaras de seguridad?"; como le respondieran que sí, se lamentó: "Vaya?". Y el de más allá se interesó: "¿Habéis leído todos los libros que vendéis?"; como le respondieran que no, se enfadó: "Pues sois muy poco serios en este negocio". Oyen de todo, sí: "¿Vendéis tapones para bañeras?". Les dan pistas como ésta: "Leí un libro en los años sesenta. No recuerdo el autor ni el título, pero la cubierta era verde y me reí mucho. ¿Lo tenéis?". Una delicia: "¿Qué hay en esta sección de 'crítica literaria'? ¿Libros que se quejan de otros libros?". Y una reflexión: "¿No os agobia estar todo el día rodeados de libros? A mí me daría pánico pensar que van a saltar de las estanterías para matarme". Y así hasta el infinito, como sabéis muy bien, queridos, queridísimos libreros.

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