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Cien líneas

¡Esas islas!

Las aporías de Zenón de Elea, que citaba el otro día a propósito de Grecia, prescriben un recurso al infinito. Mengua el margen de negociación -y no digamos el tiempo para ganar o perder, que es lo mismo-, aunque Aquiles, el de los pies ligeros, nunca alcanzará a la tortuga..., pero ya que, más allá de lógicas, llega a la altura del quelonio y la supera, la conclusión es obvia a cuenta del referéndum trampa aún ardiente: en el Egeo hay 6.000 islas, la mayoría deshabitadas, esperando a que los acreedores las conquisten.

O se queda Rusia con Grecia, incluido el palo de la bandera, o los banqueros alemanes desembarcan en el archipiélago heleno. No hay otra, compañeru.

La Unión Europea no es una nación al uso. Más bien recuerda a los viejos imperios donde los territorios contaban como las joyas del rey o sus dientes postizos que alimentaban sonrisas de espanto.

Menorca fue durante casi todo el siglo XVIII propiedad de los ingleses y de aquella Gibraltar no ha vuelto. Vendimos La Florida a los americanos el 22 de febrero de 1819 para, con esa astuta maniobra, asegurar Texas, pero después los malditos yanquis dijeron que Texas era parte de La Florida y también se la quedaron ya sin mediar estipendio alguno. Los rusos saldaron Alaska al desconocer que atesoraba inmensas bolsas de petróleo y EE UU desde el 98 no deja de mirar de reojo a las Canarias: seguro que algún ecopacifista acaba mercando las Islas Afortunadas entre promesas de perdón y rostro de deuda. Sí, todo puede ocurrir mientras el veloz Aquiles se aproxima a la tortuga perezosa. Piratas.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente aquella canción de verano del inflado Demis Roussos que rezaba: "Triki, triki, triki mon amour").

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