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El ecologismo vaticano

"Laudato si", una encíclica oportuna, valiente y que rompe moldes

Ver para creer! Cómo cambian los tiempos desde que el mundo de la ciencia anunció un cambio climático de origen antropogénico, originado fundamentalmente por la emisión de anhídrido carbónico y otros gases de efecto invernadero -resultado de actividades tales como: quema de combustibles fósiles y la deforestación-, que dan lugar a un paulatino calentamiento global; la idea, apoyada, en un principio, por asociaciones ecologistas, también conocidas como "movimiento verde", fue criticada con severidad, o subestimada, por los sistemas conservadores mundiales, que crearon grupos de presión para negar que existiera tal cambio, o al menos minimizarlo, logrando que muchos ciudadanos aún ignoren su existencia o crean que apenas les afecta.

El pasado junio salió a la luz el contenido de una carta encíclica del Papa Francisco, titulada "Alabado seas", que sienta doctrina sobre la presente crisis medioambiental y la protección del planeta Tierra, basando su argumentación en criterios científicos y morales. En este trascendental comunicado se establece una trabazón entre cambio climático, contaminación atmosférica, pérdida de biodiversidad, mala gestión de los recursos, desigualdades económicas interregionales, junto con las tibias respuestas políticas y económicas de las naciones más desarrolladas.

El documento pontificio se apoya en un consenso científico sólido (especialmente admitido por el IPCC, Intergovernmental Panel on Climate Change) para proclamar que el calentamiento global es real y que la mayor parte del mismo se debe a la concentración de gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana, reclamando para ello medidas paliativas urgentes e imperiosas. Incide además en que el consumismo provoca la degradación continua del medio natural, la reducción del agua potable disponible, la extinción de algunos animales y plantas o aumento del nivel de mar, pudiendo llegar a inundar amplias zonas habitadas. Pero no solo diagnostica la problemática, sino que denuncia a los infractores, responsabilizando del desaguisado ambiental a los grandes grupos financieros que operan en el discriminatorio sistema económico mundial imperante.

El mensaje de esta valiente encíclica ha sido bienvenida por multitud de oenegés, singularmente las de nexo ecológico (Greenpeace, WWF/Adena, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra y un sinfín de ellas más), partidarias de sustituir las vigentes fuentes energéticas causantes del calentamiento global por otras renovables, y ahora bendecidas por el Sumo Pontífice. Sin embargo, no fue bien acogida por amplios sectores reaccionarios -sin excluir a los de la curia romana- y por políticos de la ideología "negacionista" del cambio climático, caso de un candidato republicano a la presidencia de EE UU, que se mostraron críticos con el comunicado al amparar éste medidas que suponen una enorme implicación económica. En España, el actual presidente de Gobierno expresó al inicio de su mandato -a indicación de un primo suyo, para más señas, físico- que el cambio climático no debía ser considerado como un asunto capital.

Sorprende que tan influyente dignatario eclesiástico haya puesto el dedo en la llaga de la destrucción masiva de nuestro globo terráqueo y asimismo en un momento oportuno, ya que a finales de este año está previsto que la ONU celebre en París la "Cumbre del Clima", donde se espera alcanzar un ambicioso acuerdo, pero verosímil, contra los males que envilecen el estado primitivo del planeta hasta convertirlo -según el propio escrito pontificio- en "un inmenso depósito de porquería".

Aunque todas las opiniones son respetables, creo que el texto episcopal puede lograr un altísimo grado de consenso por parte de los más de siete mil millones de habitantes que constituimos la población mundial -con independencia de creencias-, debiendo por tanto agradecer a Jorge Mario Bergolio su ayuda para salvar la madre Tierra con sus autorizados dictámenes, tendentes a conseguir, de una vez por todas, un verdadero desarrollo sostenible.

Y como punto final, no deja de ser sorpresivo el que los que antes eran tildados de lobos feroces (léase ecologistas) se conviertan ahora, por obra y gracia papal, en mansas ovejas cuidadoras de la casa común, porque -según asevera el Obispo de Roma- "un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios".

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