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Clave de sol

Tradiciones en cuestión

Vuelven con fuerza las obsesiones anticlericales

Ante los innegables misterios de la vida, cada cual acepta una interpretación que tiene derecho a defender y transmitir si no es dañina para la convivencia. Son de alguna forma, incluido el ateísmo, distintas modalidades de fe, indemostrables por naturaleza pero, en principio, todas respetables. Nada digamos si han constituido la sustancia medular de nuestra historia y nuestra cultura, como es el caso.

Cuenta una vieja anécdota que unos propagandistas de cierta confesión foránea, deseosa de implantarse aquí, llamaron en la casa de un minero de Sama durante su campaña proselitista. Pero el hombre rechazó de este modo la propuesta de una nueva religión: "¿Cómo voy a creer en la vuestra si nun creo en la mía que ye la verdadera?".

Por eso llama la atención que algo tan grabado a fuego en la conciencia del pueblo despierte en amplios sectores de la izquierda política esos no menos ardorosos estremecimientos de rechazo, cuyos últimos ejemplos se extienden ahora por toda España a consecuencia de los recientes resultados electorales.

No es sólo el recurrente asunto de la asignatura de religión, que tanto altera a las asociaciones laicistas, sino también el replanteamiento de la colaboración con las costumbres populares de origen confesional. Tradiciones, festejos, actividades asistenciales, culturales y artísticas, todo entre nosotros está "tocado" por lo religioso.

Los prejuicios anticlericales vuelven a asomar con fuerza como una obsesión pueril y primeriza. Liturgias, museos, procesiones, festejos y hasta los acostumbrados tentempiés de confraternidad, como los caldos y las fresas con el cabildo catedralicio de Oviedo, entran ahora en entredicho.

Por cierto, digna postura la del deán ovetense.

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