La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

La noche de la esperanza

Pedro: "La primera borrachera llegó porque necesitaba integrarme en un grupo de presuntos amigos con los que no tenía nada en común salvo el aburrimiento, la confusión y el desconcierto. Con 16 años no estaba preparado aún para distinguir entre amistad y seguimiento dócil de la manada para no sentirme señalado, para no convertirme en un apestado. No quería estar solo, no quería sentirme distinto aunque muchas veces prefiriera quedarme en casa a leer o ver una película que sumarme a esas bandas de prisioneros de la sinrazón que encharcaban su cabeza antes de vomitar en cualquier esquina.

Tampoco me ayudó, ciertamente, que mis padres pasaran olímpicamente de mí y que prefirieran mirar a otro lado cuando yo llegaba los fines de semana a la hora que me daba la gana y en estado calamitoso. Era un matrimonio de mentira, ahora lo sé, y yo era un estorbo al que dejaban en paz para no enfrentarse a sus demonios a través de mis problemas. Seguramente estaban decepcionados conmigo tanto como yo lo estaba con ellos, con la diferencia de que fueron ellos los que me trajeron a este mundo y su responsabilidad no tenía nada que ver con la mía. Supongo que mi marcha hacia el abismo era imparable porque yo no era consciente de ella ni tenía los apoyos suficientes para detenerla. Mis padres se divorciaron y, por alguna extraña razón que no consigo comprender, convertirme en causa de disputa entre aquellos dos extraños hizo que una luz se encendiera en mi cabeza de pronto. Estaba convencido de que ninguno de los dos quería ocuparse de mí pero, siendo orgullosos y altaneros, consideraban que hacerse con ese triunfo les colocaba en una situación más digna tras el fracaso de su matrimonio. Una noche volví a casa más sobrio de lo habitual. Entré en la habitación de mi madre y me quedé sentado un buen rato mirándola. Tenía el móvil en la mano. Lo apretaba con fuerza, como si así ahogara cualquier llamada hostil. El sueño había relajado su rostro. Parecía una niña que necesitaba protección, y decidí que sería yo quien lo hiciera".

Compartir el artículo

stats