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Matías Vallés

Por Rajoy no pasan los años

El hombre que confía en que el tiempo lo arreglará todo

Boris Johnson, el deslenguado alcalde de Londres y biógrafo de Churchill que un día sucederá a David Cameron, alardeaba en campaña de que "votar a los conservadores hará que tu esposa tenga pechos más grandes y aumenta tus opciones de conseguir un BMW M3". Con perdón, autocriticaba la ridícula puja espoleada por las urnas. Rajoy acaba de hacer promesas menos groseras, pero igualmente quiméricas. En el lado positivo, el fin de curso y de legislatura demostró que por Rajoy no pasan los años. Antes que en su aspecto físico, en su reciclaje de bienaventuranzas caducadas. Propone una "intensa creación de empleo". En 2015, pero también en 2011, cuando se comprometía a dar la vuelta al paro en apenas seis meses. En realidad, empeoró las cifras macroeconómicas en su conjunto, antes de que Draghi remendara la agonía española con su legendario "todo lo que sea necesario". Por no hablar de un rescate bancario que el PP olvida sistemáticamente. La reedición de las promesas ya incumplidas en 2011, además de la estupefaciente devolución de la paga extra antes sustraída a los funcionarios, facilita la labor de un presidente del Gobierno que no se ha distinguido por su creatividad. Por desgracia, también confirma que el PP ha procedido al sacrificio masivo de las clases medias para regresar a la casilla de salida. La derecha no puede quejarse de las reticencias que inspira su plan de insistir en la misma senda. A buen seguro que cuatro años atrás pueden rastrearse propuestas de intensificar la lucha contra el fraude fiscal. Los populares argumentarán que ahora son más creíbles, porque todos los ministros y amigos del partido ya han regularizado su fraude gratuitamente. Cuesta encontrar diferencias entre Rajoy'11 y Rajoy '15. Aspira a seguir para hacer lo mismo, salvo que los resecos "parados" de Zapatero se han transformado en "personas que no encuentran su trabajo". Se descarga sutilmente la responsabilidad sobre las víctimas, a las que se atribuye además una torpeza psicomotriz. Un problema de desorientación nimio, el presidente del Govern sugiere tal vez que el desempleo se solucionaría entregando un GPS a los afectados.

La dialéctica unilateral de Rajoy es inapelable porque se basa en que el tiempo lo arregla todo. ¿Cuánto tiempo? El que sea necesario, con el actual presidente de vigía en La Moncloa porque nadie sabe esperar sin desesperar como él. Aguanta, sé fuerte. En el aniversario de la caída de Rubalcaba, el socialista ha querido descalificar a su antagonista conservador en 2011 con un halago encubierto. Escribe el viejo profesor que el líder del PP "hará lo que mejor sabe hacer, nada". Las palabras de Rajoy tienen una extraña tendencia a apartarse de los hechos. Los decepcionantes resultados del Santander en España generan caudales de prosa. Y si la embarcación navegara viento en popa, no hubiera sido necesaria la apresurada sustitución del candidato a las catalanas. "A Dios rogando y con el mazo de Albiol dando", estipula el nuevo eslogan del PP. La deportividad del presidente del Gobierno se resume en su defensa de un "círculo virtuoso", una emocionada bienvenida a los círculos de Podemos. En el fondo, Rajoy es un sentimental.

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