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Panorama desde el CIS

La ligera recuperación electoral del PP y el PSOE, en paralelo a una leve caída de Podemos y Ciudadanos

Aunque los asuntos pendientes no permitirán este verano la tregua habitual en la actividad política, algunas costumbres se mantienen invariables. Nada más tomar posesión y después de una actuación muy decepcionante en la primera sesión trascendental de la legislatura, los parlamentarios asturianos han decidido tomarse un descanso. El presidente Rajoy ha realizado un balance alentador del curso político basado en la gestión económica del Gobierno. Y el observatorio oficial de Moncloa ha extendido su visión panorámica sobre la sociedad española para otear los últimos movimientos de los electores, antes de fijar su atención en Cataluña.

Lo primero que se ve desde el CIS es una población que se siente notablemente feliz. Esta alegría de vivir es, según la opinión común, un rasgo distintivo de la idiosincrasia de los españoles. A muchos les chocará que pueda manifestarse a pesar de la penosa situación que estamos atravesando. A mí me hace pensar también en el tono del discurso político, siempre cargado de gravedad y dramatismo. Convendría digerir bien este dato ahora que vamos a adentrarnos en un clima preelectoral sumamente irascible.

El hecho más llamativo detectado por el último sondeo del CIS ha sido una ligera recuperación electoral del PP y el PSOE, que se produce en paralelo a una leve caída de Podemos y Ciudadanos. Esta doble tendencia se ha interpretado de forma un tanto apresurada como una consecuencia del rechazo de una parte de los votantes de los nuevos partidos a los acuerdos alcanzados con los mayoritarios. Pero el estancamiento electoral, en particular de Podemos, está registrado por el CIS con bastante antelación a las elecciones locales. Más bien puede ocurrir que la proximidad de las elecciones generales, el momento de la verdad de la política nacional, y la confirmación de unas expectativas económicas moderadamente buenas plantean serias dificultades a la estrategia incrementalista de Podemos y Ciudadanos en su asalto al denostado bipartidismo. La debilidad del PP y del PSOE es patente, el primero está muy lejos de tener los apoyos electorales que le dieron el triunfo en 2011 y el segundo apenas consigue acercarse a sus peores resultados, pero los analistas que dan por consumado el reemplazo en el sistema de partidos de los establecidos por los emergentes deberán revisar sus pronósticos.

Los electores de cualquier signo, incluidos los abstencionistas, con la única excepción de los votantes socialistas, nombran como favorito para ganar las elecciones generales al PP, aunque el deseo de que lo consiga no es tan compartido. La cuestión es que, en ausencia de mayoría absoluta, la opción de gobierno preferida por la mayoría es una coalición del PSOE y Podemos. La posibilidad de que el PP gane sin mayoría es muy real y en España aún no ha habido un gobierno de coalición, ni se ha dado el caso de que formara gobierno otro partido que no fuera el más votado.

La situación política que se divisa desde el CIS a lo lejos es muy complicada y nada pasajera. La fuerza con que amplios sectores del electorado están impulsando a Podemos y Ciudadanos no será suficiente para desplazar en estas elecciones al PP y al PSOE, pero la sociedad española se muestra cada vez más polarizada. El consenso autonómico entre los dos grandes bloques electorales está roto. Los votantes populares y socialistas postulan formas de organización territorial del estado muy diferentes y, para complicar un poco más las cosas, en este tema no se sienten totalmente identificados con las políticas propuestas, respectivamente, por el PP y el PSOE.

Aún más profunda que las disensiones partidistas es la escisión generacional. Sea cual sea la suerte electoral de Podemos y Ciudadanos, en España está conformándose una nueva cultura política, cualificada por el nivel educativo de los jóvenes. El CIS aporta nuevos datos de los que conviene tomar nota. Los encuestados de edad más avanzada definen su ideología como conservadora o socialdemócrata; los jóvenes se ponen la etiqueta de liberales. El voto de gran parte de los mayores es aún fijo, de fidelidad a un partido en cualquier circunstancia; para los jóvenes universitarios lo razonable es votar con autonomía en cada tipo de elección. Los mayores defienden un Estado centralista y unitario; los jóvenes se inclinan por un Estado descentralizado y abierto.

Se verá si Podemos y Ciudadanos son material político fungible, pero la nueva cultura política se está volviendo sólida. El cambio cultural de la sociedad española promete tener más alcance que el que puedan producir los votos en el sistema de partidos. Las encuestas del CIS nos permiten observar este fenómeno tan prometedor para la política española, cuya fuerza y consistencia habrá que calibrar bien. La conclusión es clara. Si queremos seguir una buena marcha democrática, debemos prepararnos para una conversación política difícil, dejarnos de tensiones estériles y buscar el acuerdo.

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