Ya suenan timbales y clarines, ya se anuncia una nueva feria taurina de Begoña. Ya se encienden las luces para la novillada nocturna de mañana, ya bufan en los cajones los primeros astados. Ya aguardan las almohadillas los culos de buen asiento de una afición que ha puesto en un pedestal al empresario taurino que despertó en Gijón a los hados adormecidos de la tauromaquia. Y que nadie discute que merece la ampliación del contrato, que ahora concluye. Decía el maestro Ordóñez que para ser figura hay que estar dispuesto a morir cuatro veces por temporada. Sí morirá la fiesta, sin embargo, si sus valedores no se hacen fuertes en la defensa de una seña de identidad de tan profundas raíces. Tiene mucho de teatral el espectáculo taurino que anuncian los carteles. Tan es así que hubo toreros grandes que compararon el tamaño del pequeño círculo movedizo sobre la arena en el que se juegan la vida con el disco de luz que dibuja un reflector en las tablas de un teatro.
