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El periodismo como ayuda

Rosa Montero y el caso de un hombre joven que se quedó parapléjico tras una desafortunada operación

La periodista Rosa Montero ha adquirido la buena costumbre de dedicar espacio en sus colaboraciones a contar los problemas de la gente que sufre injusticias o tiene necesidades perentorias que merecerían más atención por parte de la burocracia estatal. Son esa clase de asuntos que no suelen tener cabida en los medios, pero ella generosamente les proporciona un hueco para hacerse notar. La idea me parece no solo elogiable sino también muy útil desde un punto de vista social porque los medios tienden a centrar su interés en la economía, la política, el deporte, los sucesos violentos, el cotilleo social y los pronósticos meteorológicos, que es lo que se supone entretiene al público lector. Amén de las esquelas y de la publicidad, que es lo que sostiene el andamiaje del negocio.

En su última colaboración, Rosa Montero nos cuenta el caso de un hombre joven, Óscar Jiménez, que se quedó parapléjico tras una desafortunada operación quirúrgica por una hernia de disco. Como consecuencia de ella hubo de ser operado hasta siete veces y además de la inmovilidad parcial sobrevenida, perdió audición en un oído, padece ataques de epilepsia y sufre constantes dolores. Pero el hombre, pese a ese cúmulo de desgracias, no se vino abajo, ha escrito un libro de éxito, participa en luchas sociales a favor de los discapacitados y ahora se prepara para hacer el Camino de Santiago en una silla de ruedas. Un recorrido de 799 kilómetros que proyecta cubrir en ocho días a razón de 100 kilómetros por jornada con la sola ayuda de un pequeño motor eléctrico que solo tiene autonomía para 30 kilómetros.

El resto, a brazo. "Es lo que tienen los héroes -concluye la periodista-, son un implacable espejo en el que comparar nuestras cobardías cotidianas, nuestros disgustos por nimiedades irrelevantes". La aventura quijotesca de este parapléjico, jinete infatigable en su silla de ruedas, me trae a la memoria las colectas en favor de los discapacitados que propiciaba un gran periodista gallego ya desaparecido, Pedro de Llano, más conocido como Bocelo, con el que tuve la suerte de trabajar durante un tiempo. Bocelo era un hombre entrañable y de buen corazón, que reservaba un espacio al final de su columna diaria para dar cuenta de las necesidades de los discapacitados y del dinero que le iba llegando para atender sus necesidades, entre ellas la compra de sillas de ruedas. Llevaba las cuentas con escrupulosa transparencia y reflejaba la entrada y salida de dinero y el destino que daba a cada peseta.

En una ocasión se le compró una silla de ruedas a un discapacitado, pero este la rechazó alegando que al vivir en el rural lo que verdaderamente necesitaba era un caballo de buen carácter y paso lento para transitar por aquellos caminos. Y así se hizo.

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