La actitud de resistencia sigue dominando el discurso público, en vez de volcarlo en la apertura a los cambios que la compleja realidad asturiana demanda. Necesitamos derribar muchas fronteras mentales. Lo vimos en los pronunciamientos durante los debates para elegir presidente del Principado. Cada partido defendió lo suyo gritando lo que le gustaba oír a su hinchada, sin exponer una estrategia valiente para relanzar el Principado. Y lo acaba de corroborar la polémica sobre los Presupuestos.

El Presupuesto no satisface las necesidades de Asturias, eternizando las obras que ya deberían estar acabadas hace mucho con partidas testimoniales. Además es injusto. Recorta a una autonomía con graves carencias que precisa remontar, como el Principado, para beneficiar a otras ricas y gastizas que encima se tienen por vilipendiadas, caso del País Vasco, con unos privilegios fiscales de por sí ya escandalosos, o Cataluña, donde al partido en el Gobierno central le interesa hacer electoralismo y aplacar la desafección.

Las Cuentas transmiten el mensaje equivocado: la responsabilidad y la lealtad valen de poco. Además no hay una sola propuesta novedosa para responder a los retos planteados hoy, muy distintos a los de antes. La conurbación surgida en torno a los mayores concejos del centro, Oviedo, Gijón, Avilés, Langreo, Mieres y Siero, no está articulada como ciudad -ni hay perspectivas de que vaya a estarlo- pese a su enorme interés pues en conjunto representa una de las aglomeraciones españolas más peculiares, con alta calidad de vida y casi 900.000 habitantes. Tampoco queda solventada su conexión con las alas, determinante para salvaguardar la identidad de Asturias y su paisaje.

Desde el plan para limpiar los ríos carboneros y devolver el salmón a sus cauces, nada significativo se ha emprendido en materia medioambiental, más allá de múltiples declaraciones formales de parques naturales que quedan en papel mojado. Como contaron sus promotores, cuando ese proyecto de calidad de las aguas fluviales surgió, en los inicios de la autonomía, los profesionales, los intelectuales, los políticos y la sociedad civil "pensaban" Asturias. ¿Dónde están hoy la Universidad y las élites? ¿Cuál es su aportación a la región que los asturianos precisan construir?

Los productos agrarios de aquí, con una potencialidad semejante a los más reconocidos, sufren para abrirse camino por las trabas y la falta de impulso para fomentar la concentración parcelaria y un cooperativismo eficiente. Son un tesoro escondido. Existen otras autopistas, las de los datos y la información, tan importantes como las de asfalto. Ni siquiera muchas zonas próximas al área metropolitana tienen resuelta su conectividad a internet, el factor que determina hoy el despegue o el atraso en el mundo.

La ciencia y la innovación cuentan con una consideración presupuestaria residual. En este campo el nuevo Hospital Universitario Central constituye una oportunidad excepcional, para lograr una eficiencia máxima en el tratamiento y prevención de las enfermedades y para erigirlo en un buque insignia de la investigación biosanitaria. Aun siendo conclusión unánime que rinde más el "byte" -el conocimiento intangible- que la tonelada, el dinero permanece esclavo de lo de siempre.

Hay que rentabilizar las obras existentes, y tener objetivos claros, realistas y provechosos para el bien común. Por carecer de ellos sufrimos esta cura de caballo, con carreteras donde no había coches y puertos donde no llegaban barcos que, se usen o no, vamos a continuar pagando. Está muy bien ayudar a las personas, aminorar su sufrimiento, pero servirá de poco si no se emprende el rescate verdadero, el de la región, lo que significa convertirla en generadora de prosperidad, riqueza y bienestar para sus habitantes.

El mundo cambia aceleradamente. Las prestaciones públicas ya no están garantizadas, sobre todo en su cuantía, analizaba un grupo de empresarios regionales en un foro reciente. La educación y la sanidad no son intocables, pero será muy difícil afrontar su coste si no cambian. Los hijos de hoy tienen un poder adquisitivo inferior al de sus padres, al revés de lo que ocurrió siempre. El empleo ya no es estable, ni para toda la vida. Para permanecer, toca adaptarse y ser fuertes.

Nada de todo esto abordan los Presupuestos del Estado respecto al Principado, ni tampoco sobre ello debate la Junta. Sus señorías han tomado vacaciones y amenazan con reemprender la actividad en septiembre con la ley electoral como estrella, en pago a unos por el pacto de investidura y por la conveniencia cortoplacista de otros, ansiosos de rascar más diputados con la reforma. El asunto apasionará a los partidos, pero ni un ápice a la mayoría de los asturianos. Otra prueba de la inutilidad de esa cara Cámara parlamentaria, y de la falta de talento, liderazgo y voltaje justo cuando Asturias requiere llegar con los deberes hechos, en condiciones óptimas a la línea de salida de la recuperación, en la que no hacen más que estorbar la vieja pasividad y el nuevo populismo.