Hace once mil años, según los arqueólogos, los asturianos se alimentaban de pescados de roca, mariscos, alubias y setas. Por aquel entonces no había abierto Ataulfo, pero cabe pensar que el buen gusto por aplicarse en el deleite del paladar que caracteriza a esta región se remonta a los menús asturienses. Para cavilar con sapiencia conviene llenar antes el estómago. Con las tripas vacías no da tiempo a filosofar, por lo que es posible que aquellos lejanos antepasados primero abrieran su apetito y emprendieran después el cierre categorial, de manera que tal vez el origen del pensamiento de Gustavo Bueno haya que buscarlo en la cueva de El Sidrón. Sorprende, sin embargo, la escasez de componente cárnico en esa dieta milenaria. Ya sabemos adónde conducen los pecados de la carne: a la gula y a la lujuria. Y a dejarse una pasta en la consulta del doctor Dukan.