El encanto de la ciudad de Gijón se muestra en todo su esplendor en estos días de Semana Grande, Feria de Muestras, feria taurina, sol, playa y terrazas a rebosar. Un viejo amigo de la casa sostiene que cada gijonés lleva en su mochila la profesión de hostelero por la preocupación general en medir si el gentío es mayor o menor que el del año anterior o el de hace cuatro o diez años. Cada ciudadano tiene su teoría al respecto. Hay quien cree que el gentío, porque ésa es la realidad callejera, la de gentío, no se corresponde con el nivel de gasto en los comercios y establecimientos públicos. A saber.
La realidad es, sin embargo, tozuda: la ciudad está en su cénit anual a la espera del próximo fin de semana, cuando ya llegará al no va a más. Cómo será la cosa que una expositora confesaba ayer sin remilgos que "la Feria de Muestras va como un tiro", referida, claro, a las ventas que ha alcanzado hasta el ecuador del certamen, que ha coincidido con el día de León, que ha aprovechado el alcalde de la capital leonesa, Antonio Silván, en ofrecer optimismo a Asturias a cuenta de la gestión de la ministra Pastor, encargada de que la gran cuestión ferroviaria llegue a buen puerto. Las cuestiones ferroviarias quizá menores pero cruciales para tantos gijoneses, las de cercanías van de capa caída como se contaba ayer en estas páginas.
Gijón se ha sumergido en su Semana Grande con la naturalidad con la que dos viejos amigos se reencuentran, que eso es lo que está sucediendo. Alguien con conocimientos y capacidad para conseguir datos tendría que analizar en profundidad lo que valen estos días en el aspecto económico y lo que significan para la vida ciudadana. En cuestiones de tal relieve no sirven las simples impresiones o el ojo de buen cubero. El cénit veraniego de Gijón es asunto de enorme relieve que bien merece un análisis en profundidad al que alguien habrán de ponerse.
