Los calores veraniegos que azotan desde hace mes y medio el sur de España han provocado en las provincias andaluzas con montaña la fórmula del montañismo nocturno puesto en práctica precisamente para evitar las altas temperaturas. Los montañeros suben a los picos de noche y esperan el amanecer para disfrutarlo desde las alturas en una visión única.
Los montañeros que eluden los cuarenta grados a base de imaginación son, sin duda alguna, el ejemplo más adecuado para toda la sociedad. La capacidad de adaptación para resolver los problemas que se vayan planteando en la vida personal, profesional, ciudadana, económica y hasta política es vital en los tiempos que nos ha tocado vivir. Adaptarse, en contra de lo que algunos puedan pensar, no es rendirse o pelotear ante el que manda.
Gijón está claro que tiene que adaptarse a lo que está viniendo, que es una necesidad de aplicar la innovación en todos los órdenes ciudadanos. Está muy bien guardar las tradiciones de una ciudad como ésta arraigada y vertebrada, pero en las cuestiones del comer habrá que mirar más hacia el futuro que hacia atrás. Los sueños de las grandes factorías con miles de empleados se han desvanecido y ahora la apuesta ha de ir orientada hacia las firmas de nuevas tecnologías, capaces de competir en todos los mercados y alejadas de la lucha por la subvención.
Una pasada por la necesidad de la innovación y de la adaptación a lo que sea necesaria es conveniente, sin duda, en los días de la Semana Grande, que va camino de ser de las más grandes de la reciente historia local. Los profesionales relacionados con los negocios vinculados a las actividades lúdicas dicen estar satisfechos por cómo les van las cosas en estos días. También ellos han de adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas demandas del viajero, cada verano mejor informado y quizá más exigente.
