Un genio, Ranko Zeravica, dijo que al balonmano se juega con las manos, al fútbol con los pies y al baloncesto con la cabeza. Tanto creyeron los entrenadores ese razonamiento balcánico que metieron un curso de álgebra en la pizarra y obligaron a los jugadores -y a los cámaras de televisión- a descifrar logaritmos en los tiempos muertos. Dicho lo cual, el baloncesto es más bello cuando se juega libre, cuando se deja a los jugadores, dentro de lo que permite la tiranía de la táctica, explotar su talento. A la selección española, ayer agasajada en Gijón, le sobra velocidad de pies y pensamiento. Lo tiene todo, pese a las sonadas ausencias, para ganar el Eurobasket. Está Gasol, que como cualquier superestrella puede ganar el partido en los últimos minutos, pero sólo él en España es capaz de ganarlo ya en los primeros. O Felipe, que mientras los demás cavilan si el tiro entra o no, él ya está saltando y rebaña el rebote. Excúsenme, hace muchos años que soy "paufelipista".
