En apenas dos días, dos técnicos de reconocido prestigio y solvencia han puesto, en las páginas de este periódico, el dedo en la llaga del nebuloso asunto del plan de vías, ecuación irresoluble que pesa sobre Gijón como un estigma. Primero fue el gijonés Santiago Miyares, responsable del soterramiento ferroviario de Logroño, quien reclamó menos debate político en relación con Gijón al Norte y más territorio para los técnicos y los profesionales. Después, el mierense Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos de España, denunció que ha habido "decisiones políticas absolutamente desacertadas, como el fondo de saco de León o el tema ferroviario de Gijón". A esta ciudad le han abierto una cicatriz que no para de supurar, que es el inmenso solar limpio de vías férreas que, en pleno centro urbano, sólo sirve para poner de manifiesto la incompetencia de los gestores públicos de las distintas administraciones y su incapacidad para llegar a acuerdos de bien común.
