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SOS a la biblioteca

Si volvemos a echar una ojeada a la novela de Ray Bradbury, "Fahrenheit 451", que posteriormente llevó al cine Truffaut con notable éxito, recordaremos aquel bombero perverso que, a las órdenes de unos gobernantes que prohibían tajantemente el uso y disfrute de libros a sus ciudadanos, quemaba, aunque su cometido fuese apagar fuegos, todos los libros que le salían al paso y aquellos que rebuscaban sus secuaces en cualquier biblioteca clandestina. Este bombero pirómano, que se llamaba Montag, disfrutaba hasta el orgasmo viendo los humos de "La Eneida" levantarse hacia un cielo de nubarrones más oscuros que su alma destructiva. Se esfumaba el alimento que administraba cultura y desapijotaba a los hombres y mujeres de la comunidad. Sin libros en los anaqueles de las librerías y ausentes en los domicilios, los súbditos se transformaban en un dócil rebaño que con un simple mastín de porra y casco los guiabas donde te saliera del guindón.

Este modelo ficticio de sociedad distópica, en las antípodas de la utopía, empieza a calar en lo nuestro. En el seno de gobiernos corruptos, sean del color que sean, con las ideologías de saldo en el mercado del ocaso absoluto, los defensores de la clase trabajadora o sindicatos haciendo agua y euros por los cuatro costados, sin otras motivaciones culturales que no sean el patadón a un esférico y una tele de chichimochi, qué quiere que le diga, que acorralados sólo nos mantenía vivos el libro y sus templos o bibliotecas. Reunidos los malandrines en la cueva de Alibabá, se voto por unanimidad, todos de acuerdo: ¡Jaque mate al libro! ¿Cómo? Cerrando el grifo al presupuesto para la compra y mantenimiento de libros, en una palabra, provocando una terrible sequía en las bibliotecas. También reduciendo el número de sacerdotisas y sacerdotes que velaban los templos del libro con celo exquisito y algo que una sociedad distópica no admite, con amor. Un informe que leí en este periódico habla de una reducción en la Biblioteca Asturias del 90% en su presupuesto. De ahí al 100%, o aniquilación a lo Montag, sólo queda un pasito. ¿Vamos a permitir que lo den?

Aquí y ahora el lanzallamas del bombero Montag es más sibilino. La culpa es de la crisis, claro. Si en su afán de tirarse los trastos los políticos a la cabeza, que no hacen otra cosa, hicieran una pausa y se pusieran a pensar, caerían en la cuenta de que los más productivo en una sociedad, donde la relación calidad precio resulta más boyante, es en el acercamiento de buenos libros a los ciudadanos. Pero no, ciudadanos listos y espabilados no, ellos nos quieren imbéciles. Sí, imbéciles que toleren que sus dineros, libros incluidos, se los lleve un exministro que tras armar la tremolina en el campo de Educación y Cultura, como premio se le destine a París, como embajador de España en la OCDE, amor de su vida incluido, con un sueldo de 10.000 euros al mes y un nidito en el centro glamuroso de la capital, lo más caro, de 11.000 euros al mes, dos personas de servicio, coche y chófer en el mismo lote. Ah, y gastos de representación aparte.

-¿Para cuándo la Revolución?

-Primero, saquemos el libro adelante.

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