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Xuan Xosé Sánchez Vicente

¡Hay patria!

Una llamada al optimismo y a mejorar la autoestima

Acabo de releer la primera parte del Don Quijote. En asturiano, esta vez. Y puedo decirles que con tanto o más agrado que en castellano, y con la misma sencillez o dificultad que la obra cervantina en su lengua original. Les pongo un breve ejemplo, el comienzo del famoso discurso de Alonso Quijano a los cabreros sobre la Edad de Oro:

"-Dichosa edá y sieglos dichosos aquellos a los que los antiguos puxenon nome de doraos, y non porque nellos l'oru, que nesta la nuesa edá de fierro tanto s'estima, s'algamara naquella venturosa ensin fatiga dala, sinón porque entós los que nella vivíen inoraben estes dos pallabres de to y de mio. Yeren naquella santa edá toles coses comunes; a nadie-y yera necesario p'algamar el so ordinariu sustentu tomar otru trabayu qu'alzar la mano y algamalu deles robustes encines, que lliberalmente taben convidándolos col so dulciayu y sazonáu frutu. Les clares fontes y corrientes ríos, en magnífica abondanza, saborgoses y tresparentes agües-yos ufríen".

La traducción, créanme, es una maravilla: compleja, sencilla directa: consigue que, al mismo tiempo, estén presentes el propio discurso de Miguel de Cervantes y su versión en nuestra lengua. Esa perfección, fruto de muchos años de trabajo, de mucho esfuerzo, conocimiento y amor, se debe a Pablo Suárez García. La obra, con ilustraciones de Juan Hernanz, está editada por la editorial Laria y contiene, además, índices e innumerables notas que reflejan las últimas indagaciones de los cervantistas.

Y esta maravilla o milagro (en su sentido literal, de 'cosa digna de ver', que en el mágico, no es tal, sino 'industria', 'industria', como proclama el quijotesco Basilio tras su ficta resurrección) me ha llevado a otra, la traducción que de la Odisea ha realizado Xosé Gago, una traducción directa del griego en verso hexadecasílabo, que la editorial Trabe publica en edición bilingüe.

Dirán ustedes, y con razón, que un par de magníficas versiones al asturiano no justifica un título tan altisonante como el de este artículo. Es cierto, repito, pero es que estos dos ejemplos de magnífico y esforzado quehacer -sin compensación alguna material, por otra parte- me han llevado a pensar en cuántos de entre los nuestros, individuos o empresas, sobresalen de lo común y tienen una ejecutoria extraordinaria en su campo, aunque, por lo demás, pasen inadvertidos muchos o sean casi desconocidos para la opinión pública.

La cotidianidad asturiana parece ser siempre lo negativo, en lo económico y lo social; el discurso público, de los medios y los individuos, pone el ojo más en los restos del pasado industrial y su conflicto que en las nuevas actividades económicas que crecen y tienen éxito; la generalidad de nuestros ánimos e impulsos parecen siempre más deseosos de que vuelva un pasado que ya no puede volver que de atender al presente o al futuro; más ganosos de encerrarse, inútilmente, en nuestro pequeño mundo pretérito que en entender el globalizado del presente y del futuro.

Y, sin embargo, no todo son, ni mucho menos, ruinas del pasado ni supervivencias de él. Tenemos, como he proclamado y aplaudido muchas veces, empresas que, en el ámbito industrial triunfan en España y en el mundo, como Zitrón, el grupo Alonso, Talleres Alegría; la Milla del Conocimiento -un polígono de ingeniería y nuevas tecnologías en continua expansión- supone el 7% del PIB asturiano y sostiene un total de 19.000 empleos; el equipo de Otín y otros grupos universitarios se encuentran a la cabeza de la investigación mundial; tenemos empresas de transporte, como Alsa, en expansión mundial; lo mismo ocurre con otras del campo agroalimentario, tales El Gaitero, Reny Picot, Trabanco, Cafento, Mayador? En fin, son solo algunos ejemplos. Lo notable es que pasan con menos ruido y notoriedad que los ejemplos de conflicto o fracaso. Y que los asturianos, acostumbrados, por lo general, a mirar en una sola dirección, la del pasado o la del imposible, que son las que se les señala, no son capaces de ver estos ejemplos de nuestro éxito y capacidad, que triunfan y se expanden pese a todas las dificultades del ambiente en que se mueven.

Por eso, hoy, quiero hacer una llamada al optimismo, repitiendo el lema que arriba aparece: "¡Hay patria!".

Sólo nos falta que pongamos manos a la obra, que nos estimemos, que reconozcamos a los que valen, imaginemos aquello de que somos capaces y que dejemos de pensar en cada minuto del día que alguien está obligado a solucionar todos nuestros problemas, de los mayores a los mínimos.

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