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La esquina

Los cruceros soñados

El Musel debería de ofrecer sus diques para los que rechaza Ada Colau

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, da nuevos pasos en la mejora de la vida de los ciudadanos de la gran ciudad y anuncia que tiene en estudio restringir el acceso de cruceristas. Los barceloneses seguro que duermen mejor sin tanto crucerista y seguro que pueden hacer las compras con mayores comodidades. Los perjuicios al Puerto, a los taxistas y a tantos barceloneses felices en cuanto ven atracar uno de esos enormes buques repletos de turistas son cuestiones menores.

En Gijón habrá que suponer que el Puerto y las autoridades competentes relacionadas con los asuntos de visitantes y turistas estarán ya movilizados en busca de conseguir las escalas navieras que rechaza la gran Colau. Se supone que los cruceristas que molestan a la señora alcaldesa serán bien recibidos en El Musel y en las zonas de Gijón que suelen visitar.

Es curiosa la nueva política que algunos electos ofrecen a sus ciudadanos. Colau mezcla la supresión de los signos borbónicos de Barcelona (desde un busto por aquí al nombre de una avenida por allá) con la supresión de los cruceros en una extraña igualdad que nadie se explica.

Por lo que sea, esa nueva política no ha aparecido en los gobiernos gijoneses, aunque hay síntomas de su creciente influencia. Por ejemplo, en el acoso, ligero todo hay que decirlo, a los toros bravos. En esa cuestión también hay matices. El nuevo alcalde de Pamplona, de EH Bildu, ya ha dejado sentado a los antitaurinos que hay tradiciones que no se pueden tirar por la borda. A Pamplona le van a decir que no celebre los encierros matinales de San Fermín y las corridas de toros vespertinas. No hay alcalde que se atreva a dar ese paso y el actual, recién llegado sí pero no tonto, no se anda con bromas.

Al anticrucerismo de Ada Colau debería de contestar Gijón con un llamamiento a las navieras de los cruceros para que elijan El Musel como escala obligatoria.

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