Vivimos tiempos crispados en los que con preferencia solemos poner el acento sobre los aspectos más negativos de la actualidad. Con la particularidad añadida de que las nuevas realidades se nos presentan en términos de división o incluso de agresividad.
El pesimismo es la tónica preferida. Uno siempre ha pensado que existe una especie de mística enajenación colectiva ante los acontecimientos. Explotada sin duda por todos los totalitarismos de uno y otro signo, como ha demostrado la historia mundial del siglo pasado.
Por eso hay que agradecer toda contribución que nos plantee otra perspectiva diferente sobre los aspectos positivos de la realidad, que los hay, y aquellas actitudes dignas de ser adoptadas para modificarla. Vivir exige de cada uno de nosotros una actitud previa de aceptación y compromiso en nuestra inevitable interacción social.
Reflexiones a vuela pluma que uno se hacía en la mañana de ayer ante unas páginas de este periódico en las que se enaltece el valor de la amistad, de la memoria amable de otros tiempos, de una interpretación positiva de los acontecimientos, de las historias de la vieja ciudad que fue y es escenario de nuestras vidas.
Me refiero a la interesante entrevista que Eduardo García ha realizado al médico ovetense Jaime Álvarez-Buylla. Todo un mensaje vital. Respuestas con mirada benevolente, sólo algo quejosa por la crispación ambiente, puesta de manifiesto por un gratuito insulto junto al Ayuntamiento.
Recuerdo a Jaime de sus tiempos de la Juventud del Carmelo, campeón de ping-pong y ya guaperas reconocido. Y no olvidaré nunca sus palabras de consuelo en la cafetería del Hospital por la muerte de una persona de la familia a mi regreso a la ciudad.
Lo que se olvida, deja de existir. Son sus palabras.
