Por lo que conozco de él, Raimundo Abando es un tipo inteligente, bien educado, nada sectario y algo quisquilloso cuando se trata de defender parcelas individuales de la libertad personal. No se deja manejar por cualquiera y en cualquier circunstancia; debido a ese motivo, entre otras razones, no ha tenido jamás un final feliz en la política militante. Ahora, leo que está empeñado en fundar un partido "de corte liberal".
No pretendo coger el rábano por las hojas, pero resulta sospechoso que alguien quiera expresar un concepto y, consciente o inconscientemente, lo desvista de atributos. Por ejemplo, pudiendo decir "liberal", diga de "corte liberal". O pudiendo decir "socialista", por poner otro ejemplo, se conforme con dejarlo simplemente en de "corte socialista".
La segunda de las razones que me llevan a sospechar de la naturaleza liberal del proyecto de Abando es que el propio impulsor pretenda aprovechar, para el crecimiento de su partido, la "brutal caída de Foro", una alternativa que él mismo consideraba interesante para Asturias.
Aquí hay algo que se me escapa: liberal y Foro es como pensamiento y navarro, sal y azúcar, aceite y agua. Pensar en un nuevo partido liberal y a la vez pretender nutrirse de la desbandada que un día contribuyó a aupar a Cascos y a algunos de sus colaboradores más directos no deja de ser una ingenuidad. Por mucho que en esa desbandada de primera hora se encontrase el propio Abando, al que sí tengo por una persona sensata y políticamente bien intencionada.
Parte del problema de credibilidad de los partidos comienza por la simulación. El llamado transversalismo existe porque Pablo Iglesias no se atreve, aunque sus actos le delaten, a presentarse ante el electorado como un izquierdista radical y prefiere la táctica del lobo con piel de cordero. O por Cascos, que pretendió disimular su derechismo rancio de toda la vida cultivado desde los tiempos de AP.
