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La mar de Oviedo

Camareros

Vemos cocineros hasta en la sopa, ya le hartan a uno los cursos para maestros de cocina, o chef, o maître (lo de "master chef", eso de mezclar la gastronomía anglosajona con la francesa, me sabe mal). Ahora todo dios tiene la sartén por el mango, todo el mundo sabe lo que se cuece, rayamos la excelencia culinaria, emplatamos a pedir de boca, pero ese trabajo se echa a perder cuando hay que atender al cliente. El cocinero se ha profesionalizado, y el mesero, el que tiene que recomendar, tomar la orden y servir, está pez en hostelería, su trabajo no le gusta una papa y ya sale quemado al comedor, envidioso del comensal, sin ganas de dar de comer a quien le da de comer. Y así, por muy buena que sea la carta de un restaurante, el mal trato le hace al huésped un nudo en el estómago. Es como si aprendiéramos a escribir magníficos poemas de amor y no supiéramos amar.

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