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Clave de sol

De Cuenca y sus crímenes

Cuenca provincia era el pasado siglo casi un desconocido paraíso, como en volandas de un primitivo mar evaporado. Aún se recogen caracolas fósiles en su no muy lejana "ciudad encantada", silenciosa y esculpida por el viento. Cuenca, la capital, formaba entonces un gran bajorrelieve excavado en su torno por aguas de sus hoces, con riberas de álamos plateados en el Júcar y plantas saludables y aromáticas por el lado del Huécar.

Pequeño río el Huécar, ya tristemente célebre y en la mente de todos, donde fueron hallados los cuerpos torturados de dos jóvenes muertas de una forma trágica que cuesta comprender. Nuevo y terrible suceso que resta relieve histórico al tópico crimen de Cuenca, ya casi olvidado y que nunca existió, dramático error judicial explotado con notorios excesos por la malograda Pilar Miró en una película de escándalo con guión de Lolita Salvador.

Asistimos entonces en Madrid -quien fuera luego director de Radio Nacional en Asturias, José María Olona, y este plumilla- a la proyección privada de la cinta en primicia, junto con el productor, la directora, la guionista y el protagonista, Héctor Alterio. Al final, a todos les hicimos ver, entre unos vasos de whisky, que en la obra había un empacho de sectarismo y un derroche de salsa de tomate. Les pareció muy mal.

Una brutalidad. El clero, la derecha y la Guardia Civil quedaban a la altura del betún. En la realidad, los inocentes fueron a la cárcel y el pastor Grimaldos, presunto asesinado, apareció años después tan campante. Cuenca, una ciudad tranquila y sosegada, no se merecía un tratamiento fílmico tan brutal y de difícil comprensión.

Mucho menos ahora se merecía aquella tierra fantástica y pacífica, el doble crimen de Cuenca, esta vez tan real y a la vez tan absurdo.

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