En los finales del pasado siglo cuando a algún personaje público se le aparecía alguna ocurrencia, un amigo de la casa lo achacaba a los efectos del milenarismo. Ahora, con el siglo avanzado y con el amigo alejado sólo geográficamente, no se sabe cómo calificaría las últimas ocurrencias. Quizá a los efectos del final de agosto, cuando el sol sigue luciendo, pero ya con luz más tenue que la radiante del inolvidable julio.
Porque como ocurrencia habrá que calificar el intento sindical de que los médicos trabajen, como los siderúrgicos, a tres turnos. La influencia de la siderurgia, por no hablar de la minería, en la vida sindical asturiana es patente. La última prueba es ésta. El problema no está sólo en los médicos, que no parece que trabajen a tres turnos en ningún país del mundo, salvo los de urgencias, sino en los pacientes. No se ve claro que una señora de, pongamos, setenta años tenga que trasladarse desde el Nuevo Gijón al Hospital de Cabueñes para pasar consulta a las cuatro de la madrugada. Es una ocurrencia hasta cierto punto cruel.
Menos cruel y dedicada a asunto de menor importancia que la asistencia sanitaria, pero ocurrencia al fin y al cabo, es la propuesta del PSOE de someter a consulta si en Gijón ha de mantenerse o no la fiesta de los toros. El minoritario antitaurinismo es fruto de ocurrencias como si cada ciudad fuera Barcelona, donde se suprimieron los toros por razones que nada tienen que ver con la defensa de los animales. Si nos queremos convertir en Suiza y consultar cada decisión en referéndum a celebrar cada quince días, hágase, pero apelar a la moda de las consultas populares para todo no parece serio. Y menos después de haber visto el éxito de alguna consulta reciente a la que acudió una clamorosa minoría de los llamados a las urnas. Habrá que sosegarse, incluso en el tramo final de agosto, y hacer propuestas con calma.
