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Clave de sol

Profetismo del pasado

A ciertas alturas de la edad, uno empieza a pensar si le será aplicable la declaración del filósofo que sólo sabía que no sabía nada. O, mejor aún, la reflexión de la santa de Ávila, un poco trabalenguas, de que vivía sin vivir en ella. Hace poco, por ejemplo, un venerable caballero llegado de Sudamérica nos informaba con mucha seriedad en el periódico de cómo fueron en España los 39 años del franquismo, con pelos y señales. Una impagable aportación.

No es el primero de quienes, de lejos en el tiempo y en el espacio, han venido a contarnos la dictadura y las cosas que pasaban por aquí, todo malo malísimo sin mezcla de bien alguno. Quienes vivimos aquella época, más bien panolis por lo que se ve, no cesamos de maravillarnos -o de lamentarnos- por lo poco que supimos de lo que estábamos viviendo.

Estamos, por tanto, en un momento de grandes revelaciones sobre el pasado, y así nos vamos enterando de quiénes éramos nosotros, cómo nos comportábamos y lo que pasaba alrededor. ¿No es fantástico? No solamente esto, sino también, y sobre todo, de quiénes eran los buenos (que casi no los había o, lo que es más probable, estaban callados como muertos) y quiénes los malos, que éramos casi todos. O, por lo menos, colaboracionistas.

Se trata de una nueva modalidad de profetismo, que, en vez de advertirnos sobre lo porvenir, nos presentan una novísima versión de lo que ha sido nuestro propio pretérito. Todo un descubrimiento y un impagable servicio a la sociedad porque si malo es haber estado en la inopia, peor sería que nos ocurriera como si nos fuéramos al otro mundo sin haber vivido en éste.

Gran paralelismo con esta suerte de profetismo al revés encuentra el comentarista con los revisionismos sobrevenidos por la irrupción de los nuevos movimientos políticos en las corporaciones locales. Les prometo dedicar alguna reflexión a este novísimo fenómeno cargado de interés.

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