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La esquina

Nuestros trenes

La realidad ferroviaria asturiana está muy alejada de la modernidad

En los últimos días un excelente reportaje y una "columna del lector" de este periódico han vuelto a poner de relieve la grave crisis ferroviaria que sufre Asturias, algo que parecía imposible en pleno siglo XXI y que, por desgracia, es una cruel realidad. La crisis afecta sobre todo al servicio de Feve, un ferrocarril que años atrás prestó un indudable servicio a muchas comunidades asturianas y que ahora, como bien refleja el amable autor de la columna, circula vacío o con viajeros de edad que van al HUCA a realizarse alguna prueba médica.

Un viaje en tren, siempre según el referido lector, entre Munich y Passau, separadas por doscientos kilómetros, dura dos horas. En otro viaje entre Llanes y Oviedo, con ciento cinco kilómetros de distancia, la duración llega a las tres horas. O sea, una media de poco más de treinta kilómetros a la hora, una velocidad ridícula desde hace un siglo, una velocidad que es imposible considerar como comercial.

Hace décadas viajar entre Gijón y Avilés a bordo del Ferrocarril de Carreño era un buen medio de comunicación, enraizado en las dos ciudades. Da la impresión de que hoy son cada día más escasos los viajeros que acuden a las estaciones para ir de una ciudad a otra a bordo de la línea que sucede a aquella tan entrañable.

"La chica del tren" es una de las novelas del año. La trama de la obra de suspense gira alrededor de la parada que cada día hace un tren inglés en un semáforo y que permite a la protagonista ir descubriendo un asesinato. La chica inglesa si viajara en tren por Asturias no tendría que esperar a la parada en el semáforo del convoy; le bastaría con mirar por la ventana y atisbar cualquier posible misterio a descubrir en cualquier casa cercana a las vías del tren. Es una fantasía literaria, claro; lo que no es fantasía, sino una cruda realidad, es que nuestros trenes han de alcanzar de una vez la modernidad.

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