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Gente de principios

Los políticos adaptan a la realidad sus promesas electorales

Siete meses después de prometerle a sus electores el oro, el moro y una subida de sueldos, Alexis Tsipras ha dimitido como primer ministro de Grecia. El líder de Syriza estaba dispuesto a ejecutar el programa que le impusieron sus acreedores de la troika, pero su sentido práctico chocó con la gente de principios. Gente que, al escindirse de su partido, le ha forzado a dejar el cargo.

En realidad, Tsipras se limitaba a seguir el ejemplo de uno de los clásicos del marxismo. Su fulminante cambio de un programa de gasto a caño libre por otro de austeridad y sacrificios evoca, en efecto, la vieja humorada que se atribuye a Groucho Marx: "Éstos son mis principios; pero si no le gustan, tengo otros". En este caso, los otros principios se los dictaron desde Berlín, por lo que no ha tenido siquiera necesidad de inventarse unos de cosecha propia.

Se ignora si el primer ministro dimisionario concurrirá a las próximas elecciones con su programa de gobierno original o el que pactó con sus acreedores, aunque en realidad eso poco importe. Gane quien gane -y Tsipras sigue llevando ventaja en las encuestas-, el futuro jefe de Gobierno deberá atenerse a los principios establecidos en el catecismo de la Unión Europea y el BCE, que son los que permiten a Grecia vivir de prestado.

Nada hay de nuevo en este lance, si se tiene en cuenta que la política es el arte de prometer una cosa y hacer la contraria sin que se note mucho. Aquí en España, sin ir más lejos, la costumbre es que los partidos de la oposición -tanto da si de izquierda o derecha- acudan a las elecciones con la idea de cambiarlo todo. Aunque luego todo siga igual. "Por el cambio" fue el lema que eligió el PSOE de Felipe González en las elecciones de 1982, bajo la promesa de que sacaría a España de la OTAN. El eslogan tuvo tanto éxito que, puesto a hacer cambios, González no dudó en cambiar de idea para acabar metiendo del todo al país -con referéndum de por medio- en la Alianza Atlántica. Años después, el conservador Mariano Rajoy declinaría también sus principios a favor de la bajada de impuestos con una subida general del IVA y el IRPF nada más tomar posesión del cargo.

Los colegas de Syriza en España ni siquiera han esperado a llegar al poder para cambiar ya un par de veces su programa. Si el partido de Pablo Iglesias ofrecía hace un año el impago de la deuda y un sueldo para todos, ahora ha abjurado de aquellas promesas de principiante para componer un menú lleno de ingredientes socialdemócratas. Son, al igual que sus competidores, gente de principios o, para ser exactos, de muchos principios. Disponen de ellos en tal abundancia que pueden ir cambiándolos cada año según sople el viento de las encuestas.

Es normal que así ocurra. Aunque lo de Tsipras parezca un giro novedoso y algo estrafalario, todos los partidos tienden a comportarse más o menos igual cuando gobiernan. No es infrecuente que los de izquierdas privaticen servicios con igual o mayor entusiasmo que los de derechas, y tampoco sorprende que estos últimos apliquen, a su vez, políticas de bienestar social propias del ideario de sus contrincantes.

Al final, es la realidad -tan puñetera- la que dicta y corrige el programa presentado a las elecciones, aquí o en la desventurada Grecia. Aunque la gente de principios no entienda de finales. Y así les va.

stylename="070_TXT_opi-correo_01">anxel@arrakis.es

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