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Barra libre en Siria

Las dificultades de encontrar una salida diplomática al conflicto bélico sirio

La diaria repetición de noticias sobre atentados terroristas acaba produciéndonos una cierta insensibilización ante un dolor tan recurrente que pierde significado humano para pasar a tenerlo puramente estadístico: tantos muertos en tal mercado o en tal mezquita que se añaden a los ahogados en tal naufragio, en una contabilidad tan fría como terrible. Es probable que sea nuestro propio instinto de conservación el que nos lleve a ello porque la memoria es selectiva y tiende a olvidar lo que no interesa o desagrada, pues si lo recordáramos todo nos convertiríamos en tontos integrales como le ocurría al personaje de Borges.

Viene esto a cuento por la indiferencia con la que recibimos las noticias de la guerra civil de Siria que pronto entrará en su quinto año tras causar 250.000 muertos y forzar a diez millones de personas a abandonar sus hogares y en muchos casos su patria ante el avance de fuerzas destructoras y sanguinarias que no dudan en ejecutar en masa a civiles o en esclavizarlos, como hace el Estado Islámico (EI), cuya última "hazaña" ha sido degollar públicamente a un octogenario arqueólogo en Palmira. El reciente bombardeo de un mercado por el régimen de Al Assad causó un centenar de muertos y más de doscientos heridos que son otras 300 tragedias personales y familiares escondidas bajo la frialdad de esos números. Y nosotros lo leemos, decimos ¡qué horror! y luego nos vamos a la playa, que para eso es agosto y estamos de vacaciones. ¿Somos insensibles? No lo creo. Simplemente nos protegemos.

Lo que pasa en Siria es terrible y no tiene fácil solución porque muchos son los jugadores y los intereses en juego. El régimen de Al Assad no controla ya más del 20% del territorio del país, apoyado en las minorías alawita, cristiana y drusa que temen más a los islamistas radicales de la oposición armada, y tiene el respaldo de Irán y de Rusia: los primeros quieren dominarle y asegurar la frontera con Líbano y sus aliados de Hizbollah y por eso le envían armas, petróleo y 5.000 millones de euros anuales de ayuda, mientras los segundos quieren mantener la base naval de Tartus, la única que Moscú tiene en el Mediterráneo, le acaban de suministrar 6 aviones MIG-31 y le ofrecen modernos misiles SS-300. En el otro lado los hay que aprovechan para establecer áreas de influencia en territorio sirio con la excusa de la seguridad y así Turquía (miembro de la OTAN) se ha quedado con una franja de 100 kilómetros de profundidad a lo largo de su frontera, una zona habitada por turcómanos, y a cambio permite a Washington el uso de la base de Incirlik para bombardear las posiciones islamistas (el EI ha respondido llamando a la rebelión contra Erdogan); Jordania hace lo mismo en las llanuras volcánicas de Houran, junto a su propia frontera, apoyando a tribus locales emparentadas con sus beduinos; Tel Aviv quiere utilizar a los drusos, una minoría étnica que también existe en Israel, para que mantengan al EI alejado del Kueitra y del Golán ocupado.

Por si fuera poco, Arabia Saudí y Qatar usan la guerra de Siria para armar a grupos de todo pelaje que se oponen a Al Assad y de paso debilitar a Irán, líder regional de los chiítas. Juegan con fuego porque parte de este dinero acaba en manos de islamistas radicales y no hay que olvidar que los primeros yihadistas fueron armados por los americanos para combatir a los soviéticos en Afganistán, de igual modo que los israelíes fomentaron a Hamas para debilitar a la OLP...

El caso kurdo es especial. Constituyen la mayor minoría étnica sin estado, treinta millones a caballo entre Turquía, Siria, Irak e Irán. La retirada americana de Irak les ha dejado desprotegidos pues nadie quiere que proclamen un estado independiente o que vendan libremente su petróleo, aunque también ellos se han hecho con un trozo de Siria y han proclamado la Región Autónoma de Rojava, desde donde combaten al EI.

Para complicar más las cosas, la política interna turca y las ambiciones de Erdogan interfieren en Siria porque al perder su partido (AKP) la mayoría en las elecciones de junio y no lograr un acuerdo para gobernar con la oposición laica del Partido Popular Republicano (CHP), se ve abocado a unas probables nuevas elecciones (¿noviembre?) y trata de movilizar en su favor al voto nacionalista rompiendo su tregua con el Partido de los Trabajadores Kurdo (PKK), que ha respondido con una oleada de atentados terroristas, y lanzando una ofensiva contra los kurdos de Siria para, de paso, segar la hierba bajo los pies del Partido Democrático Popular (HDP) que agrupa a los kurdos turcos, es la tercera fuerza política del país y se opone al creciente autoritarismo e islamización de Erdogan.

Como se ve, cada uno va a lo suyo mientras los sirios mueren a puñados y Siria corre riesgo de fragmentarse. Por eso se agradecen los tibios esfuerzos diplomáticos por encontrar una solución diplomática al conflicto en una Conferencia de Ginebra III tras el fracaso de las dos primeras. Lavrov y Kennedy coinciden en que el Estado Islámico es "una amenaza común" pero no se ponen de acuerdo en la forma de combatirlo. Que se diga que el problema principal es el mantenimiento del dictador de Damasco no suena serio y hay rumores que dicen que Moscú busca una solución intermedia. Al Assad debe desaparecer y cuanto antes lo haga mejor para todos y en especial para los sirios.

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