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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Fenómenos

Ada Colau, Krugman, Tsipras y Pablo Iglesias

La primera, Ada Colau. Ha confesado estos días que se encontraba frustrada porque había pensado que desde el Ayuntamiento podría hacer mucho más por resolver los problemas de los ciudadanos de lo que estaba comprobando que podía hacer, y que casi lograba más en la calle que en la institución. ¿Se imaginan ustedes contratar un arquitecto que les diga que no sabe calcular las cargas de un edificio? ¿A un guía que después, una vez perdidos, se disculpe diciendo que pensaba que la ruta era más fácil? Pues esa es doña Ada, tales su preparación y conocimientos.

El siguiente fenómeno es Krugman, el premio Nobel de Economía por sus trabajos sobre el comercio internacional. Krugman es faro y amuleto de la izquierda y los antisistemas, por dos razones fundamentales: porque siempre pide gastar más y porque se opone a Satanás, digo, a la señora Merkel. Ahora bien, los pronósticos, consejos y razonamientos de don Paul no siempre se ven confirmados por la desagradecida realidad. Así, por ejemplo, fue uno de los muchos que estuvo alentando a Tsipras y a Grecia a oponerse a las ofertas de la Unión Europea y preconizó el "no" en el referéndum sobre la primera propuesta de rescate. Hasta ahí, todo opinable. Lo ablucante viene después, cuando el economista se manifiesta sorprendido tras la aceptación por parte de Grecia de unas condiciones aún más gravosas para el rescate. "He sobrevalorado la capacidad del Gobierno griego -afirma-. Pensé que tendrían un plan B". ¿Pero cuál habría sido ese plan B? ¿Salir del euro? ¿Hipnotizar a los demás europeos para que les regalasen más dinero a cambio de nada? ¿Resucitar a Leónidas o Alejandro el Magno? ¿Podía haber algún plan B? ¿Lo tenía Krugman? Seguro que no. Ya ven. ¿Cómo se puede desvelar al público que el pensamiento de uno es a veces mágico o más bien naguador? Otro fenómeno.

¿Y Tsipras? El mayor fenómeno de todos. Promete que conseguirá una quita de la deuda, que mantendrá las condiciones de chollo que los griegos tienen en materia de jubilaciones, pensiones, empleo público y fraude fiscal, que Europa le dará dinero gratis y que encima deshará aquellas condiciones del rescate en vigor que ya habían sido puestas en marcha: cierre de la Televisión Griega, despido de funcionarios? Tal vez, por las noches lo iluminaba la lectura de Joel 3-18: "Sucederá que en aquel día los montes destilarán vino dulce, las colinas manarán leche y por todos los arroyos de Judá ("Grecia", soñaría él) brotarán las aguas".

Lo que vino después ya lo saben. Comportamientos de adolescente (o de fullero), desconfianza para muchos años de los que ponemos la pasta, empeoramiento de la economía griega, práctica quiebra de los bancos, endurecimiento inevitable del rescate. Y un referéndum para pedir el no a todo ello, convertido después en un sí.

En torno a Grecia salieron en procesión aulladora miles de bacantes -como ellas, en éxtasis y profiriendo gritos alucinados- proclamando la derrota de Satán y la aparición de un nuevo Bolívar que vendría a rescatarnos de la austeridad y de Satanás. La más ejemplar de todas aquellas proclamas alucinadas, la que portaba un profesional de las manifestaciones habituales llamadas mareas verdes en Madrid: "Tsipras 10-Merkel 0".

¿Y de los cabezaleros? Pues, por ejemplo, don Cayo: "Lo ocurrido en Grecia abre una brecha para que otros países puedan plantear lo mismo". Errejón: "Lo que ha hecho Grecia nos ha devuelto a la dirección correcta. Merkel y Rajoy les querían de rodillas y han fracasado. Hoy más que nunca todos somos Grecia. Y la victoria del no interroga especialmente a los cobardes y a los que regalan la derrota sin dar la pelea. El sí se puede recorre Europa."Pablo Iglesias, por supuesto, el mejor. No solo ha apoyado con entusiasmo el "no", sino que ha saludado en el Parlamento Europeo a Tsipras alabándolo como el nuevo Moisés de Europa, el liberador. "Tras de ti iremos otros" -dijo- (¡esperemos que no!). Ha aplaudido el referéndum y el no. Para después, al final, y visto el resultado y el tercer rescate, justificarlo: "Es desgraciadamente lo único que podía hacer".

¿Saben de qué hablan todos estos tipos? ¿Valoran la inconsecuencia de su ignorancia o su demagogia? (Yo, lo he dicho muchas veces, prefiero que hablen para engañar a que crean sus propias tonterías: al menos, así, podrá haber rectificación más o menos pronta). Pero, sobre todo, ¿quiénes los han puesto ahí sabían a qué fenómenos votaban? ¿Eran incapaces de verlos como son, puesto que todos prometen la multiplicación indolora y placentera de los panes y los peces y los arroyos joelianos? Y, ahora, que la realidad se ha mostrado tal como es, ¿han reflexionado tanto sobre lo vacuo de las palabras incompatibles con la realidad como sobre sus conducatores?

Mucho me temo que no. Que solo esperen a que el sol vuelva a calentar y a que los vuelvan a calentar a ellos con promesas de vino, leche y miel para volver a caminar la misma senda.

Espero que alguno , al menos, desalucine.

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