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La esquina

Una multa irracional

Gijón alberga decenas de mendigos en situación idéntica al de El Llano

No hay gesto más inútil de una autoridad pública que imponer una sanción que no se puede cumplir. Tal es el caso de la multa de trescientos euros impuesta a un mendigo de El Llano en un episodio que se basa en la dichosa ordenanza de convivencia puesta en práctica por el Ayuntamiento de Gijón para combatir el "botellón" y de paso regular otras actividades más o menos ilegales. Las marchas atrás dadas en sanciones impuestas en base a la ordenanza no son nuevas porque las quejas y recursos han sido abundantes en el año que lleva en vigor. Ahora aparece, contado por este periódico, el episodio del mendigo de El Llano que, por lo visto, fue denunciado por un vecino al que, al parecer, molestaba. A saber lo sucedido porque cuando pasa algo entre dos personas hay que escuchar a las dos partes y la queja vecinal no aparece en el expediente sancionador. La sanción es, en todo caso, inútil porque se supone que un ciudadano que mendiga no tiene posibilidad de pagar una multa de trescientos euros, al cambio del pasado cincuenta mil pesetas, que ya son euros y pesetas. Un mendigo, se supone, no tendrá bienes que embargar si no abona la sanción. O sea, una multa que es un brindis al sol. Si cada mendigo que pide limosna en Gijón fuera multado, los policías municipales tendrían que elaborar cada días decenas de expedientes. La crisis ha provocado un renacer de la mendicidad callejera. Un peatón que vaya, por ejemplo, desde La Arena hasta Fomento se cruza con no menos de una veintena de mendigos que exhibe carteles de lo más variopintos para explicar las razones de la ayuda que pide. El mendigo de El Llano reclama una oportunidad, esa oportunidad que la situación actual niega a tantas personas, letradas e iletradas, con apoyos familiares o sin ellos. La oportunidad que no ofrece la ordenanza municipal puesta en marcha para frenar el "botellón" y que por el camino alcanza a mendigos de a trescientos euros la multa.

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