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La esquina

Las algas y los nervios

Hay fenómenos cíclicos y hay cuidados necesarios

A veces tal parece que Gijón esté gobernado, y no sólo en lo referente a las cuestiones municipales, por ciudadanos que desconocen las costumbres más simples de la ciudad y las tradiciones más naturales. Tal parece que estemos en uno de esos casos a costa de la aparición de algas en las playas y en el Piles más cercano a su desembocadura.

Cualquiera que haya pisado la playa de San Lorenzo durante algunos veranos sabe que a finales de agosto, tiempo de mareas vivas, las mareas de San Agustín, el baño se ve dificultado por la masiva presencia de algas, el valorado ocle de hace décadas, y ahora, por lo visto, despreciado porque los tiempos adelantan que es una barbaridad.

La presencia de algas de color verde y que no tienen nada que ver con las algas marinas en el Piles, en el llamado anillo que usan los palistas del Grupo de Cultura Covadonga para sus entrenamientos, provoca el lógico malestar de los deportistas que están en época de competiciones. Malestar y nervios porque acaba de aparecer la pretensión de hormigonar el fondo del río como fórmula para evitar las molestas algas.

A estas alturas de la pretensión se ignora en qué tesis doctoral se basa la necesidad de ese hormigonado, como se ignora si el Ayuntamiento tiene todas las competencias sobre el Piles y su lecho. Lo único que está claro es que alrededor de las algas, las marinas y las fluviales, parecen haber aparecido demasiados nervios. Los fenómenos naturales llegan cuando llegan y a veces provocan molestias a los humanos. Como la lluvia, que estropea el paseo, o el viento, que obliga a irse para casa. Las algas de la mar vienen a finales de agosto y se quedan en tierra a la bajamar. Retirarlas de las playas sí que es una obligación. Como es obligación mantener limpio el cauce del Piles y de sus afluentes, que, la verdad sea dicha, en cuestión de limpieza dejan mucho que desear. Quizá por desidia humana.

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