El organigrama del nuevo Gobierno del Principado incluye una Dirección General de Participación Ciudadana cuyos contenidos aún están por desvelar y que seguro nos dejarán boquiabiertos. Uno se inclina a pensar que la participación ciudadana, en la democracia representativa, consistía principalmente en votar cada cierto tiempo para elegir a una gente que luego ya ella se encarga de asumir la gestión de la cosa pública. Sobremanera, para que cada uno pueda dedicarse a su trabajo particular y no tener que reunirnos todos a diario a fin de determinar qué caleya asfaltamos o a quién le ponemos una farola delante de casa. Pero se ve que en esta época de refundación democrática que vivimos en España eso ya no es suficiente y el ejercicio de la ciudadanía tiene que ser diario para que sea verdadera ciudadanía. Para eso nos van a poner los medios.
Bueno, está bien. De todas formas, mientras abren un teléfono de la esperanza con el Presidente o unas líneas calientes con los consejeros -algo así será-, ya vamos atisbando cómo entiende este Gobierno la participación ciudadana. La Consejería de Infraestructuras -antes se llamaba de Fomento, pero Fomento es palabra de derechas- aprobó el plan de puertos recientemente y, una vez aprobado, anuncia ahora que se reunirá con todos los afectados, que son muchos y todos en contra. Primero mandan por delante los tanques del "Boletín Oficial del Principado" y, cuando cierran el periodo de alegaciones, van a ver a los interesados; a los pescadores, a los vecinos, a los aficionados a la vela, a los que tienen embarcaciones de recreo... Eso es como si un día se te presenta un albañil en casa, te alicata el salón hasta el techo, te pasa la factura y luego te pregunta qué opinas.
Yo, en parte, entiendo que actúen así, porque esta región es un pandemónium y cuando a la gente -perdón por la palabra, sé que es propiedad de Podemos- le pides que te de opiniones en vez de simples votos, la cosa se convierte en un chigre ingobernable. Pero también es verdad que somos sólo un millonín de personas y si te pones a contar cuántos representantes hay de la sociedad civil (quitemos a políticos y sindicalistas) te salen muy pocos. En una mañana al teléfono, pero con ganas de trabajar, le puedes tomar el pulso al asunto. Y sin montar una dirección de Participación Ciudadana.