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Eduardo Lagar

Participación ciudadana

El absurdo del plan de puertos del Principado

El organigrama del nuevo Gobierno del Principado incluye una Dirección General de Participación Ciudadana cuyos contenidos aún están por desvelar y que seguro nos dejarán boquiabiertos. Uno se inclina a pensar que la participación ciudadana, en la democracia representativa, consistía principalmente en votar cada cierto tiempo para elegir a una gente que luego ya ella se encarga de asumir la gestión de la cosa pública. Sobremanera, para que cada uno pueda dedicarse a su trabajo particular y no tener que reunirnos todos a diario a fin de determinar qué caleya asfaltamos o a quién le ponemos una farola delante de casa. Pero se ve que en esta época de refundación democrática que vivimos en España eso ya no es suficiente y el ejercicio de la ciudadanía tiene que ser diario para que sea verdadera ciudadanía. Para eso nos van a poner los medios.

Bueno, está bien. De todas formas, mientras abren un teléfono de la esperanza con el Presidente o unas líneas calientes con los consejeros -algo así será-, ya vamos atisbando cómo entiende este Gobierno la participación ciudadana. La Consejería de Infraestructuras -antes se llamaba de Fomento, pero Fomento es palabra de derechas- aprobó el plan de puertos recientemente y, una vez aprobado, anuncia ahora que se reunirá con todos los afectados, que son muchos y todos en contra. Primero mandan por delante los tanques del "Boletín Oficial del Principado" y, cuando cierran el periodo de alegaciones, van a ver a los interesados; a los pescadores, a los vecinos, a los aficionados a la vela, a los que tienen embarcaciones de recreo... Eso es como si un día se te presenta un albañil en casa, te alicata el salón hasta el techo, te pasa la factura y luego te pregunta qué opinas.

Yo, en parte, entiendo que actúen así, porque esta región es un pandemónium y cuando a la gente -perdón por la palabra, sé que es propiedad de Podemos- le pides que te de opiniones en vez de simples votos, la cosa se convierte en un chigre ingobernable. Pero también es verdad que somos sólo un millonín de personas y si te pones a contar cuántos representantes hay de la sociedad civil (quitemos a políticos y sindicalistas) te salen muy pocos. En una mañana al teléfono, pero con ganas de trabajar, le puedes tomar el pulso al asunto. Y sin montar una dirección de Participación Ciudadana.

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