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Eduardo Lagar

Pequeños hechos

La vergüenza de una Administración atascada

Desde hace cuatro años, y ahora durante otros cuatro más, disfrutamos los asturianos de la mejor literatura presidencial desde los tiempos de Pedro de Silva. Sentencias redondas, profundas reflexiones fruto del estudio detenido, atinadísimas observaciones, juicios incontestables forjados en ese diálogo del lector con los clásicos, metáforas y anáforas, anacolutos y aliteraciones, aféresis, retruécanos y metonimias brotan de las intervenciones del jefe del Ejecutivo regional, siempre tan bien pensadas como mejor escritas. Goza el votante y, sobre todo, goza su oreja; y revive su mente reseca en estos tiempos en que la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert encogió y nos quedó hecha un magro tuit.

Todos esos vuelos del pensamiento político están muy bien, pero luego las cosas de diario tienen que funcionar. Porque si empapiza la Administración de lo cotidiano, las alas de la retórica dejan de batir y nos partimos la jeta al aterrizar. Ejemplo: la Consejería de Educación acaba de protagonizar un bochornoso espectáculo con el colapso informático en la publicación de las listas de profesores interinos. ¡Qué desprecio a los miles de asturiano aspirantes!

El ser humano todo lo puede. Fíjense, ha conseguido ir a la Luna, terminar la Autovía del Cantábrico y parece que, en una de éstas, abrimos hasta la Variante. Todo lo puede menos una cosa: que la burocracia se ponga al servicio de los ciudadanos. No tiene explicación que las plazas de interinos no se hayan adjudicado en tiempo y forma, sin atragantón, sin el marrón que tuvo que comerse ayer el nuevo consejero.

No es la primera vez que ocurre. En la anterior legislatura, el Principado aseguraba que era de todo punto imposible actualizar la lista de demandantes del salario social. Eran unos miles de expedientes y no podían con ellos. Y mientras la Consejería de Servicios Sociales libraba desigual batalla con aquella supuesta avalancha de peticiones, la gente más necesitada vivía con el agua al cuello. Eso sí, la Consejera y los directivos del departamento cobraban todos los meses.

En resumen: necesitamos que nos gobiernen con grandes palabras, pero también con pequeños hechos.

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