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La esquina

El Sanatorio de Gijón

Un premio que la ciudad siente como propio

El premio "Princesa de Asturias" de la Concordia, fallado ayer en Oviedo y concedido a la Orden de San Juan de Dios, que lleva cinco siglos haciendo el bien por todo el mundo, es un galardón que ha llenado de satisfacción a Gijón, más allá de las creencias religiosas que cada ciudadano tenga o deje de tener. San Juan de Dios es en Gijón el Sanatorio Marítimo, del que se puede decir con toda justicia que lleva décadas siendo el Sanatorio de Gijón. Y no porque en él se atienda a los enfermos gijoneses, sino porque la ciudad sabe de la gran obra que la orden realiza en los edificios situados cerca de la mar, camino de La Providencia.

A Gijón no le hizo falta que dos hermanos de San Juan de Dios fallecieran por ébola en África en plena epidemia de la mortal enfermedad para saber el crucial papel de los misioneros en la atención a los más necesitados de ayuda y comprensión. Gijón es una de las ciudades españolas, pero no la única, que mejor conocen lo que hacen personas modestas, discretas y entregadas a sus semejantes. Siempre muy lejos de la caridad-espectáculo que tan de moda parece haberse puesto con motivo de la crisis, la discreción a la hora de agradecer distinciones y premios va unida al quehacer diario en los centros, con el Marítimo a la cabeza.

Todo Gijón disfruta cada Navidad del mejor nacimiento posible, realizado con un gusto y una finura sin parangón. El nacimiento del Sanatorio Marítimo es una cita obligada no sólo para gijoneses, sino para muchos asturianos que disfrutan de la visita. Es un símbolo de la gran obra social que realiza el centro regido por una orden religiosa que ha sido premiada ayer con uno de los premios "Princesa de Asturias", que Gijón recibe con alegría, consciente de que el jurado ha acertado en la elección. Un trozo de ese premio es, sin duda, de los misioneros muertos por el ébola, pero también del Sanatorio Marítimo.

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