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Réquiem por Aylan

La obligatoriedad de poner fin a una tragedia incomprensible

He visto tu cuerpo yaciendo sobre las arenas de una desconocida playa turca en una posición que era todo un símbolo: con casi todo tu pequeño y frágil cuerpo inmerso en el agua orientado hacia tu país de origen y tus piernas apenas fuera del agua sobre la arena de la playa en la tierra en la que tus padres buscaban para ti un futuro digno, pero, sobre todo, al menos, la seguridad de que no serías alcanzado por una bomba lanzada no se sabe bien por quién, da igual, por los unos o por los otros. Pero, eso sí, todos sabemos que los últimos responsables de esas matanzas y guerras sin sentido están aquí, entre los que gobiernan y dominan el mundo y han puesto las bases, con sus intereses, de la desigualdad y el odio que las alimentan. Como también sabemos de la responsabilidad que en tu muerte tienen los gobernantes y políticos de esta Europa de los mercaderes neoliberales que no sólo demuestran con sus actitudes y actos que en sus entrañas no tienen los sentimientos y la solidaridad que pregonan todos los días, sino que, incluso, olvidan los tratados y convenios que han firmado, y no sólo no ponen remedio a esta tragedia, sino que se dedican a construir vallas y muros sangrientos para aislarnos de sus consecuencias, de las guerras y la miseria que provocan. Como si eso fuera posible.

He visto tu cuerpo muerto y, como yo, muchos cientos de miles de ciudadanos hemos puesto cuerpo y rostro a los más de diez mil niños que han muerto hasta ahora en este sangriento éxodo, pero también a los que sufren las privaciones, el miedo y el trato injusto en esa peripecia migratoria por países y paisajes desconocidos de Turquía, Macedonia, Serbia, Hungría, o sus padres los embarcan en un frágil bote para realizar una travesía por el Mediterráneo que con frecuencia termina en la muerte, como es tu caso.

He visto tu cuerpo muerto y sé que, como yo, muchos cientos de miles de ciudadanos hemos intercambiado tu rostro y frágil cuerpo por los de nuestros hijos y niños conocidos y hemos percibido en nuestras carnes con gran nitidez la angustia que tus padres habrán pasado, como otros muchos estarán pasando en su peripecia migratoria al ver a sus hijos en esas difíciles circunstancias. Pero también la angustia y sufrimiento que te habrán embargado a ti, porque todos sabemos de la seguridad que necesitáis los niños y que tus padres, angustiados por la extrema situación que estabais pasando, no te habrán podido transmitir.

He visto tu cuerpo muerto, en fin, y me he prometido. y me imagino que, como yo, otros muchos, hacer cuanto pueda como ciudadano para que esa tragedia acabe de una vez exigiendo a los políticos que nos gobiernan en este país y en la Unión Europea que tomen todas las medidas posibles para ponerle fin. Si algo se logra, la visión de tu pequeño y frágil cuerpo yaciendo muerto en una desconocida playa turca no habrá sido inútil.

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